Por: Jorge Uribe Piedrahita
Comunicador Social /Organizacional
Periodista
Especialista en Mercadeo Gerencial
Docente Universitario
Líder Coach
Nunca entenderé cómo alguien puede seleccionar a Diego Armando Maradona como símbolo de la paz; si bien el Fútbol debe ser sinónimo de juego limpio, de competencia, corresponsabilidad y trabajo en equipo, un personaje como Maradona no debe asociarse a este término preciado, el mismo que Colombia busca con anhelo desde hace más de 60 años.
Llegó a Colombia con la firme intención de jugar el "Partido de la Paz", desarrollado en Bogotá y que se une a las manifestaciones que han cometido los connacionales en los últimos días en apoyo al proceso de negociación que vive el Gobierno con las FARC en La Habana, Cuba.
De entrada, vi con malos ojos que quien lo recibiera con regocijo en el aeropuerto, fuese Teodora de Bolívar más conocida en el ámbito nacional como Piedad Córdoba, ella con su turbante y sonrisa fingida, llegó a abrazar a quien es considerado uno de los mejores jugadores en la historia del fútbol argentino y mundial. Luego me preocupé, pues siempre decía: ¿Cómo alguien con semejante barriga puede correr durante 90 minutos detrás de un balón? Yo que la tengo, a los cinco minutos ya estaría en urgencia, conectado a una pipeta de oxígeno, mirando, prácticamente, cómo la muerte, sexy y atrevida, llega a adueñarse de mí.
Sin embargo, el astro argentino fue capaz, y luego de meter, milagrosamente, un gol de penal; salió de la cancha aplaudiendo al público con ambas manos por encima de su cabeza y rodeado de una gran cantidad de "lambones" y otros miembros del cuerpo de seguridad que protegían a quien es reconocido universalmente, como un golpeador de mujeres. Sin embargo y ante la incredulidad del mundo, Diego reaccionó inexplicablemente, lanzando patadas a un hombre ¿Lo confundiría con un balón? Luego le da un manotazo a un periodista del canal "CityTv", tirándole el teléfono celular al suelo. También, casi ahorca a un niño, que inocentemente, se acercó a abrazar a su ídolo, pero él que venía a hacerle un homenaje a la paz, terminó siendo el patrocinador de la violencia.
Es que uno debe saber que si es amigo de la embajadora de las FARC, de Nicolás Maduro y los Castro, es imposible esperar que sea un ángel de la paz. Más bien, es otro ejemplo terrible de violencia. Eso también nos pasa por deleitarnos con lo extranjero y por hacerle tanta maroma a quien viene de afuera a golpear a los colombianos.
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