lunes, 3 de diciembre de 2012

El paseo de arena

Por: Manuela Navarro @Lilueth
Estudiante de Comunicación y Relaciones Corporativas
Universidad de Medellín
Crónica


Bancas de madera y palmeras, pequeños kioscos de flores y muchos faroles acompañan, adornan y reposan en el paseo color arena que marca el camino del Junín peatonal. Cae la tarde cuando cuatro compañeros y yo llegamos a la esquina de Junín con La Playa, al lado del Coltejer, miro el reloj que marca las 4:53 p.m, y esta parte de la calle parece en calma, cuando miro el Junín que continúa pasando la avenida, no es peatonal y está atiborrado de vendedores ambulantes y transeúntes. La calma del lugar donde nos encontramos sólo se ve interrumpida por una chica de chaleco azul que repite una y otra vez “Sim cards de Tigo, Comcel y Movistar”, ignorando que la segunda marca ha cambiado de nombre.



Mis compañeros y yo caminamos un poco observando gente pasar y a aquellos pocos vendedores que con caja de chucherías en mano y sentados en una banca o caminando por ahí se hacen el rebusque. Luego llegamos a El Astor, cualquier persona en Medellín conoce esta repostería, más cuando hace años “juninear” era un plan predilecto entre nuestros padres y abuelos, y era casi imperdonable no entrar y creo que para los extranjeros que pasan por esta calle también lo es. No sé cómo habrá sido el lugar hace años, pero hay cosas que muestran que nuevo no es, es acogedor y grande, con una carta que hace querer ahorrar por semanas para pedir una de cada cosa que ofrecen, los postres y chocolates son deliciosos, eso si, es imperdonable para cualquier persona no probar nada de ahí.

Luego de consumir unos deliciosos helados, proseguimos con nuestra caminata por el paseo, lámpara, palmera, banca, palmera, palmera, lámpara, y así todo el recorrido entre la Avenida La Playa y el Parque Bolívar, todo casi nuevo, incluso los faroles de aspecto antiguo, porque hace un par de años, antes de ser renovado, este recorrido era un poco más frío, sin tantas bancas, sin nada de palmeras y todo en puro cemento, pasando recuerdo cuando era niña y corría por ahí, algún sábado en la tarde en compañía de mis padres, entrábamos a algún local a “loliar” o a comer, pero el Junín que atravesamos hoy tiene una cara más amable, como la de los ancianos que están sentados por ahí. 

Más adelante en el trayecto, vemos un trío de músicos, todos engalanados con trajes que al parecer han usado por mucho tiempo, cada uno guitarra en mano, con un sombrero en el piso frente a ellos, esperando recibir algún pago por su arte y los tres tocando música vieja para un público de tres personas: un extranjero que toma fotos sin parar, un anciano que los mira fijamente y una señora que lleva bolsas de compras. En diagonal, no muy lejos de ellos y al lado de el último kiosco de flores antes de que el Junín peatonal se divida en dos, se encuentra un señor sentado tocando música no tan tradicional, el hombre de piel oscurecida por el paso del tiempo y el sol, un poco calvo y usando gafas oscuras y una guayabera, entona unas canciones que jamás había escuchado, éste, sin público ni sombrero o recipiente que espere frente a él, no para de cantar.

Cruzando la calle y acercándonos al final del paseo, observo a un señor que por mucho tiempo ha pedido limosna al lado de un casino, las veces que he recorrido el lugar en los últimos años, siempre lo he visto ahí, con su discapacidad física tocando un güiro, esperando a que alguien se apiade de él. Nuevamente miro mi reloj y son las 5:40 p.m., aumenta la gente que recorre el lugar, ya no tan calmo como minutos antes. 

Observando la cercanía del Parque Bolívar, nos damos cuenta de que el tramo acabó y que acaba Junín, para darle lugar a otro lugar emblemático de la ciudad. A la derecha observamos un paseo comercial más, pero diferente a algunos que habíamos visto, es un lugar de artesanías muy colombianas, muy de nuestra cultura, lo que me recuerda a El Sanalejo que se realiza cada mes, si yo fuera extranjera, no dejaría de entrar y comprar cositas de todo tipo, tan tradicionales en este lugar tan vistoso, lleno de pequeñas versiones de El Coltejer, El Metro, la bandeja paisa, banderitas colombianas y antioqueñas colgadas por doquier.

Saliendo de ahí, vemos unos cuantos kioscos de flores más que terminan  de acompañar el recorrido, no tan adornados como los primeros, no veo gente tan pintoresca, pues para mí, la entrada de Junín es un poco más viva, más iluminada. Es en este punto, es que uno se da cuenta del cambio de imagen que ha sufrido esta reconocida calle de la ciudad, no se ven locales pequeños tradicionales, sino grandes tiendas de marcas internacionales, adornados con luces por dentro y por fuera, pocos quedan de los tradicionales que visitaban en la juventud mis papás.

Empieza a oscurecer y es hora de regresar a casa, pues es sabido que el centro no es muy seguro, empezamos nosotros a des recorrer nuestros pasos, observando personas que no han cambiado de lugar y otras que han aparecido y ocupado el lugar de quienes antes cruzaban por ahí, los locales comerciales empiezan a llenarse de gente que ha salido del trabajo a echar un vistazo, los paseos comerciales que abundan en esta calle empiezan a llenarse de compradores que buscan algo antes de la hora de cerrar.

Son las 6:03 p.m., luego de haber escuchado cerca el Himno Nacional, antes de partir y nuevamente en la esquina de Junín con La Playa, devuelvo la mirada a una calle llena de color, con el piso casi de arena, que durante el día está llena de personas, principalmente a fin de año o los sábados, no importando que a medio día el sol queme o que haya una multitud y que ha sido así por décadas, siempre hay gente que quiere salir a “Juninear” aunque no sea ya tan preferido. Junín, tan lleno de historia, de memorias, de épocas diferentes y personas diversas, un ícono importante de la ciudad que espero los hijos de esta generación sepan aprovechar y preservar.

Agua vs. Fuego


Por: Juan Felipe Botero Berrio @JuanFelipeBote1
Estudiante de Comunicación y Relaciones Corporativas
Universidad de Medellín
Crónica


Domingo. Seis de la mañana. El reloj de Yan Pol anunciaba que se acercaba una nueva jornada laboral. Él es un hombre de tez blanca, cejas pobladas, pestañas largas, ojos negros redondos, nariz achatada, orejas grandes, tres lunares cerca a las orejas, bigote, boca hinchada, porque lo picó una abeja en un colegio donde se encontraba un panal, mide 1.75 centímetros, contextura gruesa. Utiliza un  uniforme de color azul con rayas grises, botas no de pantano sino de policía con cordones negros, camibuso gris estampado con Bomberos Bello y un escudo que muestra las insignias de la institución: Cuerpo de Bomberos Voluntarios, Bello-Antioquia, único organismo de socorro en la ciudad; en las mangas tiene academia 2012 de color negro, ente que capacita durante 9 meses, todos los domingos, a los nuevos voluntarios; coge su bolso para guardar la ropa de civil. Vuelve y suena el reloj, que marca las horas lentamente, de un día que no iba a pasar, como muchos otros, sin incidentes.

En esos momentos evoca cuando era niño a su madre, quien lo levantaba a la 6:00 a.m. para ir a los scouts, equipo que le brindo el apoyo para servir a los demás sin obtener nada, eso es ser bombero, profesión que se manifiesta a partir de la familia, como otras ocupaciones. Yan sale de su casa al transporte público, que dura una hora y 45 minutos para llegar a la estación. En ese trayecto, piensa en el estilo de vida al que se dedica, en las 24 horas que se acercan, en los compañeros que han desertado del oficio, por no sacrificar algunos momentos. Al llegar al lugar a las ocho de la mañana, lo encuentra limpio y con ansias de recibir una nueva compañía, le muestra a Wilson, el vigilante, un carnet que lo acredita como empleado. Los puntos de encuentro son en la virgen de Guadalupe, ubicada en la entrada de la estación o en la cancha de arena. Suenan tres sirenas de emergencias y todos se dirigen a las partes señaladas por la institución; pero era un simulacro. Después de 20 minutos, se revisan los vehículos, las máquinas y sus servicios, se adicionan los equipos que hagan falta para la operación, como cuerdas.


Desayunando, Pol junto con sus colegas, hablan del jueves 6 de Septiembre, en el que se utilizaron al máximo los equipos preparados; se presentó un incendio forestal en el Cerro Quitasol, el cual fue atendido desde las 10 a.m hasta las 6 p.m, con 50 personas, entre bomberos y grupos de otros estaciones del área metropolitana. La montaña es de terreno rocoso y empinado, dificultando el ingreso de las máquinas que llegaron solo hasta cierto punto, después caminaron de 30 a 45 minutos en carretera abierta con batefuegos (herramientas manuales). La idea era subir lo más rápido posible para llegar al lugar donde comenzaba el incendio. Estuvieron apoyados por helicópteros de la fuerza aérea con bambis de 2000 litros de agua, que se llenan en lagos y se riegan en las partes afectadas.

A la 1:00 p.m, se dirige a almorzar, después de estar en una jornada tan complicada, en la que no solo ha rescatado, sino que ha atendido emergencias de tránsito y de casas, como: un choque en Santana, entre un motociclista llamado Andrés López, de estatura 1.65 centímetros, cabello negro, ojos azules rasgados, contextura delgada, tez blanca, nariz puntiaguda y Aurelio Gómez, conductor de un transporte público, estatura 1.70 centímetros, sombras cenizas en su cabello, ojos  grises redondos, contextura media, tez trigueña, nariz aguileña, no hubo occiso; pero los dos quedaron en mal estado, llega el tránsito y a Yan Pol, junto con su grupo lo llaman de la guardia, informando que en el parque de Bello frente a la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, una persona se desmayó. Sin embargo, el equipo se dividió en dos, puesto que al instante también se chocan dos carros, cada uno por exceso de velocidad.

El lugar donde comían, era parecido a las paradas que hacen los buses de la Terminal del Norte o Sur cuando se dirigen hacia un pueblo o simplemente a un restaurante de colegio, tenía una mesa café y redonda sin vidrio como en los hogares de los abuelos, dos mesas de cafetería con sillas para un evento de quince; pero sin los colores característicos de la fiesta, piso en cemento y paredes con ladrillos para casa de película. La cafetería, en la cual venden los productos lácteos, es similar a un congelador de carnicería y su nombre es Casino Bomberos Bello; el lugar tiene plantas de energía de color rojo. Rogelio, es el tendero y conductor voluntario del carro internacional de los Bomberos. Él es de estatura 1.53 centímetros, los ojos son cubiertos por unas gafas recetadas, de contextura gruesa, tez negra y nariz puntiaguda, viste con un uniforme rojo, lo acompaña un perro labrador blanco, con ojos cafés claros, tiene un tamaño como el de una silla universitaria, es cariñoso y querido por todo el cuerpo de bomberos; pero a la hora del almuerzo se encuentra sujetado a una silla de iglesia, para mayor tranquilidad.

En medio del almuerzo, el 123 informa sobre un incendio forestal al control, el hecho ocurre en las pistas de Navarra por el batallón, cerca a la Unidad Deportiva Pedro Nel Ospina, autopista norte, después de la entrada a Machado, se gira a la derecha, donde se encuentra una carretera que los lleva al sitio del incendio, es zona urbana. Yan se equipa antes de salir, con zapatos, pantalón, chaleco, casco y monja de color negro con franjas verdes fosforescentes, para resistir hasta 10 minutos al fuego. Se dirigen 15 compañeros, casi dejan una compañera porque se estaba demorando, se van ansiosos con una ambulancia, un carro de rescate y dos carros de apagar fuego con mangueras de carretel de ¾ con 1.000 galones, es decir, 4.300 litros de agua. Cada vehículo contiene batefuegos, hachas, machetes, almádanas, picos, palas, azadones, guantes, utilizados también para incendios estructurales, es decir, para las casas, almacenes y edificios. Mejor dicho, cuentan con todos los elementos necesarios.  

Las personas que se dirigieron con él, llevan 10 años en el oficio, iniciando desde niños con los Scouts, luego pasaron a brigadistas y terminaron como socorristas. Se dirigieron al lugar con la expectativa de volver en dos horas; pero nunca se sabe en realidad ha que horas se regresa. Estando allí, se ven obligados a competir con el fuego, sacando las mangueras llenas de agua. El fuego no cedía y el agua estaba a punto de terminarse, fue un hecho frustrante para el cuerpo de bombero no tener más agua para cubrir el lugar incendiado, entonces, en un giro de 180° el viento soplaba tan fuerte, que junto con el agua hicieron descender el fuego al más mínimo de sus llamas. En la estación quedan dos trailers para albergar a personas en emergencias, cada uno tiene 12 camillas con nocheros para algunas pertenencias. El incendio no tuvo muertos; pero 3 quemados, no permitieron que el fuego avanzara más; por la eficiente presencia de los bomberos. Termina la operación, recogen la gente y se vienen para la estación que no queda lejos, porque los barrios no son tan retirados.

Al regresar con sus compañeros voluntarios de planta y los de tiempo libre, pasan por el río Medellín, zona en la cual ocurren los rescates más duros, llegando a casos de personas vivas en las zonas secas por el verano. Al llegar a la estación, le dan una carta a Pol, felicitándolo por su trabajo de servicio social a nivel mundial, a la cual él responde con un grito de alegría, debido a que su solicitud, en la que pedía igualdad de ayudas para todos los grupos de apoyo, fue aceptada por el gobierno. Cae la noche y después de un merecido receso, sale en un carro a observar por un momento la tranquilidad del municipio sin las sirenas que les quita la calma a muchas personas.

¡Visita a lugares ajenos!



Por: Valeria Arboleda Ceballos @Valeria0814
Estudiante de Comunicación y Relaciones Corporativas
Universidad de Medellín
Crónica



Caminamos y caminamos cotidianamente las calles de Medellín. Somos nosotros, esas personas que, desatendidamente, señalamos y criticamos la prostitución de nuestra Ciudad. Solo señalamos, pero en algún momento nos preguntamos ¿Qué sienten estas personas? ¿Cómo llegaron a esta vida?  

Son las 8:00 p.m. del viernes, luego de terminar un largo trabajo de Administración, me organizo. Manuela me habla por el blackberry, llamo a Laura para confirmar su visita, pues ella se  había comprometido  acompañarnos.  A los 40 minutos termino de arreglarme, un jean, una blusa, tenis y buso, es lo que me viste; miro el reloj y precisamente suena el timbre, Laura habría llegado. 

Son las 9:00 p.m. y llamo a mi madre antes de partir hacia mi destino. Como era de esperarse,  todas las personas a quien avisé sobre el lugar hacia donde iba les invadían el miedo, contagiándome de incertidumbre y temor. Me acompaña mi cámara digital, blackberry y un poco de dinero para mis pasajes. 

Laura y yo nos montamos al taxi, me echo la bendición y hago una pequeña oración, no puedo negar que el miedo y la zozobra cubrían todo mi cuerpo.  “¡Para la Veracruz, por favor!” le digo al taxista, y él con una gran exclamación nos repite tres veces: “¿Para la Veracruz? ¿El centro?” Y reiteradamente le decimos que sí. Ahí comienza nuestro viaje, o más bien una gran odisea. 


Durante el camino socializamos con el taxista, era un hombre que inspiraba confianza,  más bien joven, piel trigueña y de contextura delgada, con una edad promedio de 28 a 30 años de edad.  Nos pregunta sobre lo que tenemos pensado hacer en ese lugar, y le comentamos que somos estudiantes de Comunicación y Relaciones Corporativas, y que tenemos que realizar una crónica sobre la Veracruz y la problemática que se vive en este lugar.

Paramos en el primer semáforo, y mientras hablo con el taxista mi mente está preocupada por la llegada de Manuela, pues no quería arribar primero que ella por el mismo miedo que me habían inducido por este lugar.  Sin embargo, escucho atentamente lo que me dice Cristian, el mismo taxista, frases como: “se las van a comer vivas allá”, “ustedes van hacer un mosco en la sopa en La Veracruz” “Por qué no fueron en el día”.  “Las prostitutas tienen un orden  descendente, cuando están en auge de belleza cobran 400 y hasta 600 mil pesos, pero no frecuentan estos lugares, por el contrario, se mantienen en El Lleras, Barrio Colombia y La Estrada, pero si estas personas no saben aprovechar la plata que ganan, terminarán cayendo ahí en La Veracruz, uno de los peores lugares de Medellín”.

Mientras hablaba seguía mi preocupación, pues mi compañera no había salido de su casa, cuando nosotras ya casi llegábamos al lugar de encuentro, la Iglesia de la Veracruz. 

Poco a poco nos fuimos adentrando al Centro, a la “olla” como decía Cristian, fueron apareciendo hoteles bastante deteriorados, las calles sucias, gamines o indigentes abundaban, no daba miedo, causa tristeza ver esta situación.  El taxista nos ayudó a buscar una prostituta que nos pudiera colaborar con una entrevista; paró en una esquina y se nos acercó un hombre imperativo e impulsivo (quizás alguna droga o el propio sacol lo tendría así) o por lo menos eso reflejaba; este mismo hombre llama a “La Mona”, una señora con edad promedio de 40 a 45 años de edad, cabello rubio, piel blanca, estatura mediana, extravagante maquillaje y vestuario: falda corta, blusa con un escote en la espalda.  La señora le dijo exactamente: “yo para eso no, la que ha hecho eso es “La Flaca”, a mí no me gusta nada de entrevistas ni nada”, sin dirigirnos la palabra ni mirarnos, esta mujer se alejó de nosotros y luego seguimos nuestro camino. 

Para llegar a la Iglesia de la Veracruz había que dar la vuelta, pero debíamos apresurarnos antes de que cerraran la calle los propios policías. En ese momento no me importaba lo que marcara el taxímetro, incluso me quería quedar salvaguardada en ese vehículo y no tener que salir a ningún lado. Le escribía a Manuela y ella me confirmaba que ya estaba a punto de llegar junto con su novio y otro amigo, al menos la compañía de dos hombres me tranquilizaba. 
Conversamos sobre el resentimiento social que tiene las prostitutas frente a las demás personas, y el taxista nos confiesa que estudia Psicología en la Universidad de Antioquia, por ende, le ha tocado adentrarse a éstas y otras problemáticas, como las bandas delincuenciales, homosexualidad e indigencia.

Al pasar el semáforo nos damos cuenta que la calle ha sido cerrada, pero es un indigente el que se encarga de abrir y cerrar, no por obligación, sino por rebusque de sostenimiento económico. Se le dan no sé cuántas monedas y le damos las gracias, y  faltando una cuadra y media para llegar a la Iglesia, es como si me hubiera sumergido en otro mundo, un mundo de miseria, pobreza y tristeza. Indigentes y viciosos rodeados de basura, cartones y malos olores, eso es lo que se percibe en este lugar, en donde de alguna u otra forma nos obliga a reflexionar y agradecer el bienestar en el que vivimos muchas personas. 

Al llegar a la Iglesia le digo al taxista que nos acompañe un momento, mientras esperábamos a Manuela, él muy cordialmente acepta y posteriormente nos cuenta lo que pasa alrededor de este sitio. Nos señala la calle de las negras, de donde nadie sale ileso, bien sea robado o violado. Se sentía un ambiente pesado, las miradas se cargaban hacia nosotros, habían pocas personas pero se sabía que entre ellas ya se conocían, en cambio nosotros éramos el punto blanco en un papel totalmente negro.

Afortunadamente llega Manuela, y en ese mismo momento el taxista nos hace una sugerencia bastante valida: realizar la crónica sobre la “Prostitución Homosexual”, ya que el lugar era más calmado y las personas (gay y travestis) eran más dadas y sociables; no lo dudé dos veces, incluso no le pregunté a mi compañera, solo le informé lo que nos había pasado en todo el recorrido y le comuniqué que íbamos para La Oriental, en donde se encontraban los homosexuales. 

Llegamos rápidamente, y antes de bajarnos le dimos las gracias al taxista, quien para  Laura, mi mamá y, por supuesto, para mí, fue como nuestro Ángel guardián durante esta experiencia en La Veracruz. 

Cuando llegamos le hicimos la entrevista a los travestis que se encontraban en una esquina, diagonal a la Clínica Coraxon de La Oriental. En ese momento no me invadía temor ni miedo alguno, solo tenía varios interrogantes para mí misma, ¿Cómo hacerle las preguntas sin que se ofendan? ¿Qué no les gustara?… en fin, varias preguntas que solo podrían tener respuesta si las averiguaba, sabía que no podía echarme para atrás, ni tampoco quería, solo di un paso al frente y me dirigí donde ellas.

Llegamos y saludamos, pensé que era mejor hablarles en confianza, sin tanta formalidad, tratando de romper esa barrera y tornar todo el diálogo como una simple conversación.  

“Michell” accedió a darnos la información, sus características físicas son casi parecidas a la de una mujer. Una cutis hermosa, caderas, senos y estómago operado, cabello rubio y liso, hacían desaparecer cualquier rasgo físico de un hombre.

Comienza a contarnos su historia, o más bien su vida actual, que para ella no es cruel ni causa tristeza alguna, por el contrario lo ve como una vida fácil y sencilla con la que se puede sostener económicamente. Este travesti solo sale los fines de semana, se gana 100 mil pesos como mínimo en una noche, lo que se gane de más es ganancia. Por cada cliente cobra 30 mil pesos, o quizás 20 mil si se lo ofrece y no tiene otro cliente. 

“La noche es sucia” es una de las frases que más repite “Michell”. Nos dice que la ambición es lo que la llevó a ella a toda esta vida, inclusive afirmaba que de un 100% de los hombres un 99% es gay, por muy hombres que aparenten ser ante la sociedad.  Nos contó historias de hombres casados, robos que ella acostumbra hacer a los mismos clientes (portátiles, plata, celulares, reloj) especialmente a los que la tratan mal o son sobrepasados. Mientras nos contaba la historia, las otras travestis nos miraban y simpatizaban con nosotras, pero también estaban pendientes de la aparición de algún cliente. 

Michell presta su servicio en cualquier lugar, motel, apartamento, parqueadero… Cuando la llevan al parqueadero, el cliente cubre el gasto. Sin embargo, debido a los robos, ella siempre sale ganando, lo dice sonriente. Siempre carga navajas o cuchillos para protegerse, pues los hombres muchas veces tratan de sobrepasarse, pero en realidad no específica de qué modo. Su mirada era perdida mientras nos hablaba, de pronto era por estar pendiente de la aparición de algún cliente, o quizá por lo drogada que estaba en ese momento; Sin embargo en toda la conversación nos sonreía y nos contaba la historia con bastante fluidez.  

Nosotras nos distanciamos un poco del lugar donde ellas estaban, y decidimos ofrecerles 10 mil pesos para que se dejar tomar la foto y al hacerles la propuesta no lo pensaron dos veces, no solo Michell sino todas sus compañeras (travestis) quienes mostraron alegría y sociabilidad al tomarse las fotos con nosotras. 

Me despido de Manuela y me dirijo con Laura a coger el taxi de regreso a Casa. Me alejo de este lugar, que se convirtió el viernes 14 de septiembre, en una gran vivencia, experiencia y sobre todo reflexión para mi vida.



¿Qué logros tiene la Comunicación en las empresas?


Por: Daniela Vanessa Ospina Muñoz @DanielaOMunoz
Estudiante de Comunicación y Relaciones Corporativas
Universidad de Medellín
Artículo de opinión



Una organización avanza a medida que se generan nuevos cambios en el mundo, por esto es necesario tener un equipo de comunicación que esté en ese devenir y se encargue de mantener un alto nivel empresarial favorable en cuanto a relaciones internas y externas de la compañía, dejando de ser un simple apoyo para convertirse en un factor principal encargándose  de la imagen, identidad, productividad y contenido de la empresa en general.

El papel que ejercen los comunicadores es fundamental para el crecimiento de la empresa, aunque si bien no son los únicos dentro de ella, son imprescindibles para su buen funcionamiento, porque permite que haya un correcto flujo de información y una propicia conexión interna.

El equipo de comunicación de la organización debe tomar parte e influir en cada uno de los otros equipos de trabajo conformados, estando presente desde la alta gerencia y en cada uno de los empleados. También se debe tener en cuenta que el éxito de una organización depende en gran porcentaje del recurso humano que posea. 

Por esta razón es importante generar un ambiente cálido dentro de la compañía, así mismo promover entre  los empleados sentido de pertenencia y una buena relación con cada una de las jerarquías, eliminando en gran parte las rivalidades que se convierten en barreras para el desarrollo de la empresa. Además una de las metas principales es que conozcan los objetivos y  los entiendan para que puedan ser cumplidos con asertividad. 

Para asegurar ese sentido de pertenencia, se debe construir una identidad corporativa que incida en el acoplamiento de todos los empleados a la empresa, por esta razón es importante mencionar la concepción que Joan Costa, el reconocido comunicólogo, sociólogo, diseñador, investigador y metodólogo Español, da sobre los signos que integran el sistema de identidad corporativa que poseen características comunicacionales diferentes. Estos signos se complementan entre si, con lo que provocan una acción sinérgica que aumenta su eficiencia en conjunto.

Además habla sobre las premisas de comunicación del Perfil de Identificación Corporativa, pues para que esta sea realmente efectiva y coherente se deberán tener en cuenta algunos aspectos como la imagen corporativa es cuestión de todos,  ya que todo comunica en una organización, la comunicación del PIC debe estar integrada y debe estar en función de los públicos de la organización y no de las disciplinas de la comunicación.

Todo lo que se logre al interior de la organización se ve reflejado al exterior de la misma y en el entorno, en la productividad se ven grandes resultados del impacto que puede tener la comunicación. Según resultados arrojados por las encuestas realizadas por Andrés Aljure Saab, Consultor para la Credibilidad y Competitividad Corporativa,  el 88.4% de la productividad lograda por una empresa está a cargo del equipo de Comunicación.

Esto es tan solo una muestra del gran aporte de los comunicadores a las organizaciones, como se convierten en indispensables y los avances que se aproximan en el futuro de las mismas.

Como se puede ver, el adecuado manejo de la parte interna y tener en cuenta el recurso humano de una empresa hace que esto se refleje  en el rendimiento al interior de la misma; y al reflejarse en el  exterior se ofrezca confianza basada en una buena imagen y un reconocimiento.

Una dulce caja de sorpresas


Por: Andrea Sierra Cadavid @andreasierrac

Estudiante de Comunicación y Relaciones Corporativas
Universidad de Medellín
Perfil, semblanza o retrato sobre una persona

María Isabel Bedoya Torres

Ternura y fortaleza, una mezcla poderosa que la convierte en la guerrera que es hoy por hoy.

Como si fuese sacada de un cuento de hadas, es Isabel, una hermosa joven con cabellos dorados cual rayos de sol, ojos verdes, profundos como el océano, y facciones tan delicadas como las de un ángel.

Aunque no supera el metro sesenta de estatura, su presencia nunca pasa desapercibida, además de sus rasgos inconfundibles, ella cuenta con una extraordinaria familiaridad que la hacen sobresalir aún más.

Como un exquisito libro, cuya portada es sólo una parte de lo que se ofrece, así mismo es Isabel, es mucho más que sólo portada, de hecho, muy por encima de sus envolventes encantos, esta fascinante mujer es el mejor ejemplo de entrega, amor, lucha y perseverancia.

Isabel, es estudiante de Comunicación de la Universidad de Medellín, carrera que ha desarrollo con esmero y entrega, sin importar cuántos obstáculos se le atraviesan en el camino.

Decida, certera y llena de confianza, habla de cuán importante es para ella la culminación de sus estudios, pues parece no haber nada que la apasione y la motive más, que el verse como toda una digna profesional de la Comunicación.

Sin embargo, y siendo su carrera eje fundamental en su vida, no es lo único, ni lo es todo. Hay algo más, algo más fuerte que cualquier título, que cualquier puesto en cualquier empresa, algo más grande que cualquier reconocimiento, que cualquier premio, algo más importante que cualquier noticia, que cualquier evento; en la vida de Isabel hay una razón que la hace despertar con fe en el mañana, una razón más fuerte, más grande, más importante que nada en la vida, y es el amor por su familia. El mismo amor que ha hecho de la más hermosa y frágil de las princesas, la más fuerte y luchadora guerrera, que matando a todos los ogros de la aldea logró, sacar adelante a su familia.

Por su infinito y eterno amor, por su valiente lucha, por su continuo esmero y dedicación, hoy Isabel, ha resultado ser la cajita de sorpresas más espectacular que he tenido la fortuna de abrir.

Pueblito Paisa de Medellín


Lugares que verdaderamente te llegan al corazón

Por: Paula Andrea Giraldo Cano @pauligiraldoc
Estudiante de Comunicación y Relaciones Corporativas
Universidad de Medellín
Crónica

Paula Andrea Giraldo Cano, María Clara Carmona Restrepo, Daniela Marchesan Álvarez y Sergio Andrés Vera Gómez


Para iniciar, tengo que confesar que tenía una gran expectativa para este trabajo, sobre todo por el lugar, pero le dije a mis padres que llegaba tarde porque iba a ir al Pueblito Paisa hacer un trabajo y mi papá ahí mismo me advirtió que tuviera mucho cuidado, puesto que éste era un lugar peligroso y pensé ¿Cómo un lugar que es un patrimonio cultural de mi ciudad puede ser peligroso?, y si, la subida hasta allí está llena de personas que quieren hacer el mal.

Sin embargo, me voy a basar en la otra parte de la balanza: Las personas, cosas, lugares y espacios positivos que me inspiraron tranquilidad, aquellos que reflejan el orden y cuidado que la Alcaldía hace del sitio. Me basaré en aquel pueblito acogedor, hermoso, que inspira amor y tranquilidad.

El Pueblito Paisa es uno de los sitios turísticos más importantes del Valle de Aburrá
Mientras hacia todo el trabajo de campo, en mi mente solo pasaba la pregunta ¿será que me estoy poniendo vieja? porque estas cosas me están causando mucha nostalgia.

La historia del lugar es maravillosa, la ambientación tan fiel y exacta para representar cada una de las cosas de este pueblo antiguo. Iniciando el recorrido de izquierda a derecha, nos encontramos primero con la emisora Estrella, que a través de una imitación con un maniquí haciendo las veces de locutor muestra a los visitantes una idea de cómo funciona un lugar de estos.

A su lado se encuentra la Casa Cural, que en cada uno de sus espacios se percibe historia, desde la forma de los muebles grandes y antiguos, pasando por el acolchado de croché que viste la cama del padre y los adornos que acompañan las paredes de la casa. La cocina es un espacio totalmente sorprendente, artesanal, ésta me transportaba a la época y cerrando mis ojos pude llegar hasta ese momento e imaginarme vestida con largos trapos y utilizando la molinera, la báscula y como no, el fogón de barro que funciona con leña.

Sin embargo, el toque final, lo que realmente hace que nos inmiscuyamos en este lugar, y nos apropiemos de él, hasta el punto de sentirnos parte de la época antigua es que cada espacio está ambientado con música antioqueña, de aquella que escuchaban nuestros tatarabuelos y que crea cierto aire de nostalgia al pensar que toda esa historia se ha ido con las ondas de aquella música carrilera.


Luego, encontramos la Capilla, que como todas, es un espacio silencioso, que al momento de entrar se te ponen los pelos de punta al presenciar un ambiente tan tranquilo que sientes que estás en un lugar aparte de este mundo.


Siguiendo con nuestro recorrido, encontré un lugar que refleja, cómo los espacios comerciales han venido remplazando poco a poco la cultura e historia del Pueblito Paisa. La Barbería y la Escuela se encuentran en un mismo salón. Comenzando por la barbería que está ubicada al lado izquierdo del cuarto, la silla roja y vieja donde se sentaban los clientes está algo acabada, debe ser por el polvo que se le ve a metros de distancia, lo que refleja su descuido. En el tocador están viejos implementos característicos de una peluquería, tijeras, rubor, maquillaje y en frente está el espejo que por su aspecto, se nota que allí se miraron miles de personas, a tal punto de quedar cansado de reflejar tantos rostros. Por su parte, la Escuela no es tan vieja, por ejemplo los pupitres cafés de doble puesto y con una tapa para guardar útiles debajo de este, eran los que yo utilicé en mi guardería hace más o menos unos quince años. El tablero, verde y en el cual se escribe sobre tiza tampoco es algo diferente a lo que conocemos. Me acuerdo que en mi niñez, peleaba con mis amiguitos por coger las tizas del profesor y rayar el tablero, y cuando esta se quebraba ya no tenia gracia, sólo me gustaban las tizas completas. Es que en verdad, creo que si estoy creciendo a pasos agigantados…

Pero en todas estas representaciones que recogen  la historia de una ciudad, el que más me impactó fue la Farmacia, que en vez de esto parecía una especie de habitación en la que se aplicaba la pena de muerte de la persona más malvada de la época. En un pequeño cuarto, se encontraba la silla que en nada se parece a las de hoy, aquellas tecnológicas, que se suben y bajan con un botón, que son cómodas e ideales para tomar una siesta. Pero no, creo que para nuestros abuelos no era nada agradable enfermarse, la silla era metálica, se veía incomoda y tétrica, típico de una silla eléctrica. En la repisa se encontraban tarros con líquidos de diferentes colores que contenían medicina. Pero más bien parecían pócimas de alguna bruja del pueblo para crear los más peligrosos conjuros. Junto a esto había un aparato que nunca pude descifrar que era, parecía una guillotina de metal, repleta de tornillos, y hasta ahora tengo la duda qué puede hacer una cosa de éstas en un espacio para curar enfermos.

En la esquina del pueblo, se encuentra la Tienda de Artesanías y Tejidos Santa Cruz, allí trabaja Doña Gloria, una paisana de 45 años, que ha trabajo la mitad de su vida en este lugar atendiendo entre turistas y paisas. Con un pesado horario de ocho de la mañana a diez de la noche, de domingo a domingo, ella dice que lo gratificante de trabajar tan duro son las personas que visitan su tienda, pues se sorprenden de las maravillas que manos artesanales pueden lograr crear.

Los anteriores son los principales espacios culturales que se encuentran en el Pueblito Paisa, en el medio se encuentra la fuente característica de todo pueblo, y la venta de obleas, solteritas y otros dulces comunes, además está una persona haciendo la gelatina de jalea en un proceso artesanal que es imposible dejar de mirar por unos minutos, como mueve sus manos de un lado para otro con una mezcla pegajosa pero que llama a gritos a comprarla, finalmente alrededor no podían faltar las bancas de madera para los enamorados.



Y claro, no se me puede pasar por alto el personaje típico que se encuentra en cada esquina del bello pueblo de Medellín. El señor o señora que se disfraza de estatua y se queda inmóvil, casi que sin respirar, para recibir alguna colaboración y poder sobrevivir. Pero este señor, este era único, pintado totalmente de plateado y con un sombrero de igual color, era increíblemente perfecto, tanto así, que dos extranjeros se pararon a detallarlo y no podían creer que fuera una persona, se iban a ir convencidos que era una estatua, y solamente hasta el momento que metieron una moneda en el baúl plateado, el señor tuvo unos movimientos tan perfectos y marcados en forma de agradecimiento que los dos extranjeros no lo podían creer. El señor volvió a tomar una posición diferente y continúa con su maravilloso, increíble y admirante trabajo.



Sin olvidar la frase que al copiarla para esta crónica, era inevitable que mis ojos se invadieran de lágrimas, al ver las personas como quieren su trabajo, porque a este señor se le notaba que quería lo que hacia, que lo hacia con amor, con ganas, y lo plasmaba en la frase: “Felicidad no es hacer lo que se quiere sino querer lo que se hace” Sin duda este hombre ama lo que hace, así como yo estoy amando cada letra de este contenido.

Cada uno de los visitantes que se pueden encontrar en el lugar, están acompañados, no se ven personas solitarias, la mayoría son en familia, o personas mostrando la cultura de su ciudad a extranjeros, suben mucho los buses del Turibus, con una cantidad muy grande de visitantes de todas partes del mundo.

Emisora


Luego de hacer este recorrido por el pueblito tradicional y encantador, nos dirigimos al mirador, una plazoleta gigantesca y que con su vista a todo el Valle de Aburrá, me generó un sentimiento de pequeñez, un puntico diminuto ante la gran inmensidad de mi hermosa ciudad, y me hizo reflexionar de todo el esfuerzo que tengo que hacer para lograr aportar algo bueno a esta gran sociedad. Desde allí se puede observar todo Medellín, resaltan a la vista lugares como el Gigantesco edificio de Bancolombia en la Avenida Industriales, El centro Comercial Premium Plaza, el imponente Aeropuerto Olaya Herrera y entre otras muchas arquitecturas que me hicieron sentir orgullosa una vez más de haber nacido en este Valle.

En los cables que están sobre esta plazoleta, se observan las miles de cometas enredadas que reflejan la cantidad de alegrías que logra recoger este lugar. Se nota que es un espacio lleno de historias bonitas, agradables y que refleja la unión de la familia, es un espacio que brinda la oportunidad de unión, de salir de la rutina, de cambiar de ambiente, de conocer nuestra historia, nuestro pasado, nuestra cultura.



El final del recorrido, fue en el Museo de Medellín, un lugar completamente diferente a todo el Pueblito Paisa y les voy a contar porqué. Este museo que para ingresar hay que hacer un aporte de mil pesos por grupo, es una mezcla de cultura con la tecnología, limpieza, actualidad, y modernidad. El recorrido es de izquierda a derecha y nos muestra todo el avance de la Ciudad, la mayoría acompañado de fotografías.

Al final del museo hay una maqueta interactiva gigantesca de Medellín, con dos cámaras laser en dos de sus esquinas, las personas pueden apuntar a puntos estratégicos previamente señalados con una luz blanca y al señalarlos nos dice que lugar es, y una breve reseña histórica en una pantalla. En el momento en que yo estaba realizando esta actividad llegaron dos mujeres que evidentemente eran de otro lugar del país, y me pidieron ayuda, por un momento me convertí en una guía turística, y no me fue nada mal.

Y así llegamos al final de este recorrido, recordando que el Pueblito Paisa, genera un ambiente de nostalgia mezclado con felicidad, que se resume en la historia que allí se reúne para narrarla a través de representaciones fieles de un antiguo pueblo, a todos los que quieren ir más allá de sus conocimientos. Fue gratificante mi visita, conocer tantas cosas, sacarle provecho a estos espacios que nos brinda la Ciudad y como dice la canción del Compositor Rafael Godoy, me sentí una vez más “orgullosa de haber nacido en mi pueblo."


"Tenemos que hablar"


Por: Santiago Alarcón Ceballos @alarcons1
Estudiante de Comunicación y Relaciones Corporativas
Universidad de Medellín
Crónica

Hacía mucho no oía esa frase tan rimbombante para hijos, novios y esposos; “tenemos que hablar”, pero en ese clásico café del pasaje Junín, en Medellín, detecté que algo no andaba bien en la mesa de al lado. Aunque el lugar estaba lleno, y el resto de mesas rebosaban de un cálido pero suntuoso aburrimiento, los que estaban al lado del grupo de mujeres con las que me encuentro padecían un ambiente particularmente hostil, en cuanto a silencios.

Estaba en el café-repostería Astor, un lugar con más de ochenta años de historia en una de las calles más representativas y recordadas de la capital paisa, Junín. Es el pasaje de las historias, de los negocios, de la política y del amor. En ese lugar que goza de una ubicación estratégica en el centro de la ciudad, entre la avenida de La Playa y el Parque Bolívar, han crecido diferentes generaciones que dejan sus recuerdos alojados en los negocios más antiguos, como Versalles y el famoso Astor, fundado por un argentino en épocas de Gardel. Todo es un marco comercial, mientras se camina entre las líneas del piso recién reformado, se erigen casetas de ventas clandestinas, decenas de corredores comerciales y decrépitos vendedores de lotería y tintos. Después de un recorrido por uno de los ‘sanandresitos’ más reconocidos del sector, decidí con mis compañeras, hacer una pausa para descansar y comer en el café del logo clásico y rojo.

Eran las cuatro y cuarenta de la tarde, con el calor bochornoso característico del centro, y sentados en una de las mesas de la pared, en el costado sur del local, reconocí, además de que tenía muchísima hambre, que la pareja de al lado no tenían tan buen semblante como lo tenían, en general, todos los demás viejos (clientes) del sitio. Yo estaba enfrente de ellos, y entre nosotros, estaban dos de mis cuatro compañeras de trabajo, que además ayudaban a disimular un poco mi inescrupuloso interés.

El hombre era robusto y canoso, sus arrugas lo situaban en los sesenta y cinco años aproximadamente, pero sus ojos decían que apenas pasaba por el tercer piso. Vestía una camisa de cuadros azul y un sombrero corto, de esos que me recuerdan la calva de mi abuelo, y bebía a cortos sorbos, un café oscuro con galletas. Su acompañante, poco podía observarla debido a la posición de espaldas que tenía, pero en mis escapadas al baño le vi un collar de perlas que le iluminaba el rostro lleno de amarguras; pareciera que sus accesorios y su vestido largo y crema, representaban los sueños y andanzas que ahora no tiene. Tiene una posición totalmente rígida y una mirada punzante, tanto que me da escalofrío pensar que me pudo haber devuelto la mirada, a parte, no consumía nada.

Lo particular de aquella escena era que en el medio de los dos viejos, estaba un joven, casi niño, de unos catorce años, aún con el uniforme de su colegio “Madre Laura”. Parece que no quiere saber mucho de lo que pasa, mientras espera su orden, se mantiene en conexión constante con su BlackBerry, y mira esporádicamente al anciano.

No quise hacer suposiciones apresuradas, pero la manera en que el viejo cogía del hombro al niño, mientras miraba fijamente a la mujer, dio a entender que si hay un vínculo estrecho entre ellos. Cuando llega la mesera, pido una Copa Gabriela, un gran helado vainilla francesa y chocolate, con viruta de chocolate, salsa de mora, crema chantilly y un merengue, y ahora que lo recuerdo me dieron unas ganas impresionantes de una copa en este instante, pero no es el caso. La orden tuvo la clara intención de alargar nuestra estancia en la mesa, y sin apuros me fui comiendo el helado. Escuché un “no puedo con vos” de parte del señor, ruego en mi interior que la conversación en nuestra mesa se tornara más suave, pero no pudo ser, sin embargo en los gestos abruptos de los brazos y la agresividad de sus cejas fruncidas, supe que el señor discutía con su mujer, enfrente del que podría ser su nieto,  o ¿por qué no?, su hijo.

Al niño le trajeron una Coca cola y un pastel dulce, entre tanto miraba su celular y de vez en cuando participaba de la situación con palabras solitarias. El hombre lo observaba frecuentemente, y cada vez más se esforzaba en no mirar a “su” mujer.

Eran las cinco y veinte, algunas de mis compañeras ya tenían que irse, y se decidió pedir la cuenta. Es cuando la señora de pronto agarra la mano del niño y se la enseña al señor de manera imprudente, era la primera acción determinante de ella en toda la conversación, pero el joven se suelta y tratar de no prestar atención sino a su celular, algo casi imposible en su caso.

Cuando me disponía a salir del lugar, y de manera lateral y poco sensata, observé que caían algunas lágrimas en los grises pómulos de la vieja, y el señor apenas estaba terminando su café, ya frio me imaginé. En el momento en que pasamos a su lado, logré escuchar otra sencilla frase, esta vez, por parte de ella: …"tenemos que hablar, Antonio".

Algo me dice que la situación que viví cuenta con suma importancia, me pregunto si algún día la señora se habría referido a “su marido” como ‘Toño’, si alguna vez habrían sentido amor y cariño entre ambos, porque ese niño me narraba historias entre copas y cafés, entre flores que vendían a la salida y tangos que bailan en los bares de los segundos pisos, y me recordó que entre hombres, siempre estará esa frase que nos vulnera y nos causa náuseas, que jamás queremos escuchar, y que hasta Antonio con su porte impecable y rígido, se pudo afectar en el momento. Por más que aparentemos podemos llegar a ser los borregos de las mujeres, porque aunque desgraciadamente no pude quedarme y ver el desenlace, lo más probable, según el criterio conservador con el que se discutía, es que Antonio, por más enfadado o indignado que pudo estar, habría un espacio para caer de nuevo en el perdón, la impunidad de lo desconocido, porque sencillamente, ella fue la razón para salir de la casa, ir al Astor y tomarse un muy elegante café y deliciosas galletas, una tarde especial.


miércoles, 28 de noviembre de 2012

El "tingo tango" entre el medio y su audiencia


Por: Santiago Alarcón Ceballos @alarcons1
Estudiante de Comunicación y Relaciones Corporativas
Universidad de Medellín
Columna de opinión

Sin defender al letrado periodista, se puede considerar que, a diario, la gente del común, "analfabeta e india", como usted y yo, criticamos y le tiramos la "papa caliente" a los medios a la hora de encontrar razones y culpables para los problemas que se cruzan todos los días.

Claro, en tanto que ellos, que hacen tan bien su trabajo, aportándole cada vez más a la sociedad con su criterio y objetividad, y porque nunca se pasan presentando el mismo tema por días, cuando hay un hecho importantísimo como el matrimonio del Príncipe de Asturias o el divorcio de los influyentes Marc Anthony y "JLo". 

Es decir, ellos como periodistas de tal medio no hacen bien lo que deberían hacer con derechos propios, como el secreto profesional, pero el consumidor de información tampoco es "una perita en dulce", dado que no hace uso de la rectificación, no se atreve a hablar fuera del anonimato y la multitud, para hacer valer su derecho a la información como se debe. Todo porque es muy fácil tirar la piedra y esconder la mano; sería una mejor solución, atacar el germen de la mediocridad desde la raíz: La educación. Pero ese es otro tema que, como colombiano promedio, me niego a hablar... hasta una próxima ocasión.