jueves, 18 de mayo de 2017

Rómulo y Luciano hijos de Luperca

Por: Juan Pablo Estrada Arango
Estudiante de Comunicación Organizacional
Institución Universitaria Salazar y Herrera




Como si de clase catedrática para estudiantes de derecho se tratara, una sociedad de hecho que muestra los diferentes tipos de accionistas posibles; la joven de manos prodigiosas, el dueño de la bicicleta, el acordeón y la mente visionaria. Una familia que aportó su capital más preciado, sin sospechar que esta heterogénea receta acariciaría los laureles celestiales del Olimpo comercial.

Con  en el antiguo continente de testigo, nace la prestigiosa marca de moda Benetton, cuyo éxito hoy es materia de estudio en varios casos académicos. Una compañía familiar que se las arregló para navegar en altamar con ideas revolucionarias para la época; un modelo de producción en su mayoría tercerizado, una lana de imitación aspiracional, recursividad en la fabricación, entre otros; ingredientes de su épica existencia.

Como si hubiera sido criado por Luperca (leyenda de Rómulo y Remo), los instintos de Luciano Benetton demostraban una sagacidad admirable propia de los ancestrales caninos; tenía claro que la velocidad para lograr golpes y adaptarse serían claves para su negocio. Logró diseñar estrategias de liquidez económica que daban maniobrabilidad inmediata para poder sobrevivir en un mercado difícil como el de la moda.

Decisiones temerarias, una empresa pequeña inmersa en la cultura del apretón de manos y del contacto cotidiano con sus fundadores; ésta debía ser replanteada por el crecimiento desmedido que traía consigo el éxito. Se contratan profesionales para la dirección de la empresa, llevan a un proceso de formalización del cual logran salir victoriosos. Transversalizando valores de lealtad y fidelidad a la compañía por parte de los duendes del milagro.

Una lectura impecable de un mercado que exigía cada vez más a cambio de menos dinero; a golpes convirtió lana sencilla en aparente piel de la mejor calidad, maderazos que dieron un estirado toque necesario para convertirlo en referente de moda y calidad. Una estrategia basada en dos temporadas al año, donde se daba un criterio con colecciones ambiciosas, pero conservando un As bajo la manga con las colecciones relámpago, generar adaptación al último grito de la moda en el último momento.

Una organización que logró tercerizar más del 80% de sus proceso de fabricación; y como si de estudiantes de relaciones públicas se tratara, crean acciones de priorización en este público de interés, generando créditos y estrategias para fortalecerlos, ayudándolos hasta con la maquinaria que estos requerían para la fabricación; dando puntadas invaluables en el respeto por el recurso humano así no fueran totalmente internos en la organización. 

Bajo la premisa de calidad media alta, estilo propio y un precio muy razonable. Construyó un imperio que cruzaría los océanos. Para 1990 Benetton tenía presencia en más de 7.000 tiendas en el mundo. Con la estrategia en tiendas finamente tejida; agentes designados para la asesoría en las compras y el inventario, una política de cuidado y atención para hacer las tiendas rentables; tuvo efecto en la lealtad de los tenderos hacia la marca; algo no difícil de lograr con picos en ventas cercanos al millón de libras italianas.

La compra del sur argentino fue el báculo con el que dirigió el mercado de lana en el mundo y como buen lobo captó atención en la bolsa, aunque, no Wall Street precisamente, pero sí la europea, enrobusteciendo su imagen por la ya separada Pangea.

Un manejo intachable de su publicidad, una decisión de centralizar los gestos de sus incontables caras; cualquier intento de campaña debía ser aprobada por el coloso del diseño, dándole el control sobre lo que quería mostrar. En su historia se apoyó en un modelo similar a las franquicias para manejar la comunicación proxémica de las tiendas, bajo cuatro modelos estandarizados daba la libertad a los propietarios de las tiendas para elegir cómo querían mostrar la marca; recomendando la apariencia del personal, cuidando que estos fueran cotidianos y sugiriendo la paleta de colores de la vitrina.

Campañas valientes que se atrevieron a romper paradigmas de la sociedad, imágenes que violaban protocolos morales; nutridos con imágenes de guerra, racismo, religión, entre otras; marcaron pauta en todos aquellos que alguna vez se violentaron al ver imágenes de Benetton, generando recordación por su irreverencia y revolución social.

Ítalo Pizzolante hablo de una dimensión diferente de la organización, aseguraba la importancia de plantearla como un consolidado entre el entorno (imagen), contorno (identidad), dintorno (interior). Benetton es un lúcido ejemplo de esto, un modelo en el que se pensó en los detalles y se visualizó la organización desde los tres aspectos; como muestra nunca escatimó en detalles como el cuidado y apariencia de las tiendas, benevolencia con sus fabricantes así fuesen tercerizados; todo el ingenio a los clientes, siendo siempre el referente de moda en el mundo.

martes, 16 de mayo de 2017

Prado Centro: el barrio que borra lo vivido

Por: Jorge Uribe Piedrahita 
Comunicador Social /Organizacional
Periodista
Especialista en Mercadeo Gerencial
Magíster en Administración
Docente Universitario



"Yo adivino el parpadeo de las luces que a lo lejos van marcando mi retorno, son las mismas que alumbraron con sus pálidos reflejos hondas horas de dolor; y aunque no quise el regreso, siempre se vuelve al primer amor. La vieja calle donde me cobijo, tuya es su vida, tuyo es su querer, bajo el burlón mirar de las estrellas que con indiferencia hoy me ven volver".

Rodeados de tantas montañas, unas altas, otras planas. Algunas inexploradas otras saturadas por la marginación y el olvido, miramos calle abajo y encontramos territorios con historia, cargados de recuerdos, de esa Medellín de antaño que guarda en sus paredes el olvido y la memoria, la muerte y la vida, la niñez y las drogas. Miramos a Medellín como una coqueta ciudad que se levanta y cae, que se resiste a la muerte, que atrapa la existencia de muchos, que se convierte en la tarima principal de esa obra teatral protagonizada por sus pobladores. Tantos territorios, unos se consagran como un tributo al oropel, otros enmarcan la trágica vida de los que quisieron ser pobres, algunos convierten sus calles en lugares de drogas, para no olvidar el cliché alcanzado en los 80 por culpa de algunos que decidieron forzar sus vidas para pertenecer a la élite.



Más allá de Manrique, Aranjuez, La Candelaria, Laureles o el mismo El Poblado; hay un barrio que se esconde tímido. Se dice que es el origen de una ciudad pujante que se ha convertido en la más innovadora. En una de sus esquinas se aprecia ese letrero pequeño que indica que estamos en la zona cultural e histórica de Medellín. En otras calles se divisan los palacios que se han convertido en la más rica y recia de nuestras herencias. Sin embargo, más allá de los años, de las obras culturales, de la historia que almacenan sus calles, Prado Centro, se ha vuelto el lugar del todo: la muerte, la vida, el recuerdo, la recuperación, la agonía, el último adiós, el sexo, la lujuria y hasta el llanto. Sus obras arquitectónicas se transformaron en el refugio de los olvidados, de aquellos que ya van llegando al final de sus vidas, de los marginados, de quienes la sociedad ha tratado de acorralar en un espacio para que puedan terminar sus instantes en cálida compañía. 

El barrio dulce, el barrio amargo



"No te cansas de llorar, mirá que me estoy muriendo, mirá que no puedo más. Ayer me viste con otro y ayer te vi pasar". 

Desde mi infancia quise vivir en él, quizás las caminatas con mi familia cada domingo hacia San Pedro, me hacía pensar en tantas cosas que reunía este territorio: la esperanza de vivir y salir de un quebranto de salud en el Hospital Universitario San Vicente de Paúl; aquel viejo hombre sentado en las escaleras al borde de la calle, suplicando por refugio en cualquiera de los muchos ancianatos. El niño jugando en la sala del patio de aquel frío orfanato, la soledad que le produce a los jóvenes en plena rehabilitación para dejar las drogas; la señora que heredó de su familia una de las grandes e imponentes propiedades de la zona, el letrero que indica que se vende el predio para darle paso a una edificación de esas gigantes que se adueñan del paisaje antioqueño; el perro que deambula buscando sacear su hambre, el indigente que recorre el lugar quizás buscando un refugio para la lluvia, los centros médicos que aguardan tranquilos la llegada del próximo paciente, la apertura de nuevos programas académicos en cualquier espacio destinado para forjar los futuros profesionales de la ciudad, el antiguo cementerio Museo San Pedro que en otrora acogió a los más ricos de la ciudad, pero que hoy se ha convertido en el ejemplo claro de aquello que afirma: seas quien seas, siempre terminarás en el mismo lugar y de la misma forma. 

De la Polca a Prado

El primer nombre que tuvo el lugar era La Polca, debido a la gran hacienda que ocupaba sus campos. Su origen se remonta a 1925, cuando la clase alta de la sociedad medellinse acoge el lugar como alojamiento, exportando arquitectura europea para darle ese toque internacional y agradable parecido al barrio Prado que diseñaron y habitaron los europeos ante la construcción del puerto de Barranquilla. Fue Ricardo Olano Estrada que pide seleccionar este lugar para convertir a la Villa en un ejemplo urbano arquitectónico que significaría un gran avance para este pueblo. Comienza entonces su evolución, teniendo serios frenos en 1929 con la recesión mundial y en la década del 60 y 70, cuando sus habitantes deciden desplazarse para otras zonas más exclusivas como lo son Laureles y El Poblado. 

Hoy caminar por sus calles es ir en busca de historia, de rejas que aprisionan ventanales y puertas gigantes, pero también el temor por la delincuencia que contribuye al deterioro y la nostalgia del gran museo de Medellín. Un centro cultural olvidado y aislado desde la creación de la Avenida Oriental que lo alejó de su centro: El Parque Bolívar; y lo condenó al olvido de las administraciones, al lugar donde se borra lo vivido, en el que se entrega el último adiós, el espacio de los que esperan y viven pacientes. 

"Tengo miedo del encuentro con el pasado que vuelve a enfrentarse con mi vida. Tengo miedo de las noches que pobladas de recuerdos encadenen mi soñar"

lunes, 15 de mayo de 2017

El pelaito que quería ser profesor

Por: Jorge Uribe Piedrahita 
Comunicador Social /Organizacional
Periodista
Especialista en Mercadeo Gerencial
Magíster en Administración
Docente Universitario




"¡No estudie eso que eso no da plata!", "Cuidado que los que estudian para ser profesores es porque no son capaces con más nada", "¿Pasó a Licenciatura en la de Antioquia? ¡Mmmm, no pasó a nada!", "¿De qué va a vivir si quiere ser profesor?", estas son algunas de las frases que siempre escuché cuando de niño manifestaba que quería ser profesor, como si el destino de aquellos que amamos la docencia fuera marcado por piedras y clavos que solo hacen sentirse incómodo al caminar. Sin embargo y ante la presión de aquellos que estigmatizan a los que estudian licenciatura, siempre tuve presente que quería ser profesor. Veía en mis maestros la oportunidad única de ser feliz trabajando con estudiantes, de construir futuro y sembrar optimismo en aquellos jóvenes que iban todos los días a las 6:45 de la mañana a aprender o simplemente, a cumplir con una obligación de aquella sociedad "correcta" que tiene estipulado un recorrido académico para ser alguien en la vida. 

De joven disfrutaba trabajar con mis compañeros, ser el líder del grupo, presentarme a las elecciones de representante de grupo... y sí la maestra de sociales pedía a alguien transcribir de un libro en el tablero, me paraba como una bala para ser el voluntario que llenaría de letras este recuadro verde del que aprendíamos. Algunos profesores me inspiraron, como Nelly Roldán y sus divertidas clases de Español y Literatura. Se salía de los esquemas y siempre nos advertía: "vengo a enseñarles lo que les servirá para la vida", dedicaba horas y horas a mostrarnos la forma correcta de escribir las palabras, de impregnar de lógica los enunciados que nos compartía como "¿De qué color son las mangas blancas del chaleco de Simón Bolívar?" y aquel que lo descubriese sería merecedor de un exclusivo 10 que embellecería la plantilla de notas. También recuerdo con emoción las clases de inglés de Aníbal Arias, cuando se paraba al frente y empezaba a decirnos que para hablar en inglés había que "babear" a todo el mundo. Con él éramos felices pues siempre en sus clases hacía la cuña para que fuéramos a la excursión de fin de año.

Y si me devuelvo a la primaria, recordaré a doña Miryam Jaramillo que al finalizar aquel 1997, llenó mi pecho de medallas exaltando ese liderazgo que tanto le gustaba y mi disposición para hacer el aseo del salón al finalizar la jornada académica. Después de clase me iba para mi casa a sacar mis dotes de maestro inexperto y enseñarle a leer a Sara a través de la escuelita. Y ahí iba el pelaíto que quería ser profesor, forjando su futuro poco a poco, tratando de disfrutar las clases de don William y sus típicos exámenes los martes sobre tantas lecciones, que había que dedicar los fines de semana a leer y memorizar, porque en aquella época la memoria era más importante que cualquier cosa.

Finalicé undécimo grado y llegué a la universidad. Primero y por un sueño personal, me presenté al temido examen de admisión de la Universidad de Antioquia, la opción perfecta era Licenciatura en Humanidades con énfasis en Lengua Castellana. En aquella época, solo sabía que sería profesor de Español, al fin y al cabo, quería seguir los pasos de Nelly Roldán y ser su reemplazo con la cajita viajera, llena de revistas; o pasar los miércoles a recoger una donación para armar el mercado que se entregaría a los más necesitados. También me inspiraba Martha Elena, de quien decía: "Así seré yo, exigente y templado, es la única forma de aprender y ser disciplinado". El examen me pareció entretenido y pasé. Ese 2003 era maravilloso para mi vida: ¡Pasar a la Universidad de Antioquia y sobre todo, para formarme en docencia! 

Pero como el destino no se controla, por azares de la vida, aterricé en la Universidad EAFIT y seguí mis pasos por otro programa académico, distante de la Licenciatura. Empecé entonces a desarrollar mis estudios y me propuse una nueva meta: ser profesor universitario; no podía perder mi sueño aunque la sociedad me indicara que era un oficio desagradecido, poco rentable o en el que llegan aquellos estudiantes que no son capaces con las matemáticas o de pasar a otro programa académico y aunque mi tío me cuestionara sobre mi futuro y de qué iba a vivir, yo seguía empeñado en aquel sueño que me planteé desde pequeño.

Ya han pasado por mis clases estudiantes de todos las características posibles. Soñadores o forzados, personajes que aman sus programas académicos u otros que lo hacen para alcanzar un ascenso; algunos apasionados y perfeccionistas, otros que le dan prioridad a sus parejas los fines de semana y por eso me reprochan: "Profe, usted pone muchos trabajos y yo tengo vida social". Unos se van contentos otros prefieren discutir sobre la metodología y empezar a pedir flexibilidad. Sin embargo, al preguntarme si volvería a elegir este oficio, responderé: "si, porque soy feliz y es mi gran pasión".

domingo, 14 de mayo de 2017

¿Por qué celebramos el día de las madres?

Por: Jorge Uribe Piedrahita 
Comunicador Social /Organizacional
Periodista
Especialista en Mercadeo Gerencial
Magíster en Administración
Docente Universitario



  • Es una fiesta que se realiza en honor a las madres en todo el mundo
  • La mitodología, la realidad, la Iglesia Católica y la sociedad, hacen parte de la creación de esta celebración familiar. 
  • Desde la antigua Grecia hasta estos días, el propósito de este evento es rendir homenaje o generar reflexiones sobre el rol de las madres en diferentes contextos.

Según Walter Otto, filólogo alemán y quien lanzó un libro sobre "Los dioses griegos"; desde la antigua Grecia, se veneraba la figura materna en las celebraciones de primavera, cuando los griegos reverenciaban a la diosa Rea, madre de Zeus, Poseidón y Hades. De acuerdo a lo establecido por Teresa Villalba, investigadora e historiadora, los romanos también celebraban este evento desde su mitología, rindiendo veneración a Cibeles, quien es considerada como "La diosa madre". Para los romanos esta fiesta era llamada "La Hilaria", y se festejaba con ofrendas los últimos días de marzo en el templo de Cibeles.


¿Qué pasó en el Siglo XX?


Anna Marie Jarvis, la madre del Día de las Madres
Anna Marie Jarvis originaria de Graftn, West Virginia, al morir su madre en 1905, le solicitó a la comunidad en la que residía, dedicar un día para las mujeres que sacrificaban su vida por los hijos. Exaltando el esfuerzo de las madres trabajadores y la importancia de mejorar las condiciones de salud y de sanidad en el trabajo de las mujeres. Para Anna, era impensable que no se tuvieran manifestaciones de cariño hacia las mamás estando ellas aún vivas. Por el contrario, reprochaba cómo los hijos esperaban a que las madres murieran para tener un detalle especial con ellas.

En 1907 con la ayuda de sus amigos y personajes de la escena política de su región, logró establecer un día para celebrar y fue entonces el 10 de mayo de 1908 que en honor a la mamá de Anna, se festejó el primer día de las madres de nuestra época. En 1914, Woodrow Wilson, presidente de los Estados Unidos, instituyó como fiesta nacional el Día de Madre y autorizó que fuese celebrado el segundo domingo de mayo de cada año. Desde Estados Unidos el festejo fue llegando a diferentes territorios del mundo, entre ellos Colombia.

Una mirada desde la Iglesia Católica

Los tres niños de Fátima con rosarios
El 13 de mayo, fue acogido por los cristianos para honrar a la Virgen María, quien es considerada la madre de Jesús. Esta fecha coincide con la última aparición que según relatan los tres niños pastores portugueses, Lucía dos Santos, Jacinta y Francisco Marto; hizo la Virgen María en 1917. Ellos afirman que la Virgen les confió tres secretos en forma de profecías; dos de los cuales se revelaron en 1941. Y el último, fue publicado por el papa Juan Pablo II, el 26 de junio de 2000. Como homenaje a este importante evento para el mundo católico, el 13 de mayo se ha convertido en una fiesta dedicada a la Madre de Jesús; y más aún desde este 2017, cuando el papa Francisco canonizó a los tres pastores y los declaró santos.

Hacia el siglo XVII, en Inglaterra acontecía años tras años "El domingo de las Madres", evento asociado a la Virgen y en la que los niños acudían a misa y volvían a sus casas con regalos para sus progenitoras. En 1870, Julia Ward Howe, poetisa y activista, redactó la Proclamación del Día de la Madre, un texto que se convirtió en la voz que exige paz y desarme en el mundo. 

El análisis desde la perspectiva del Mercadeo

Fue la misma Anna Marie Jarvis quien se percató desde 1920 la connotación comercial que se le había proporcionado a esta fecha; pasando de rendir un especial y sentido homenaje a aquellas mujeres madres para convertirse en una oportunidad en las empresas de comercializar sus productos y masificar las ventas. Por ende, Jarvis emprendió una lucha contra este proceso que lo consideraba incompatible con el surgimiento propio de la celebración: "Una tarjeta impresa no significa otra cosa que ser demasiado indolente para escribirle de puño y letra a la mujer que ha hecho por uno más que nadie en el mundo", expresaba Anna Jarvis contra las tarjetas producidas para este día. Sin embargo, hoy se considera que ante un mes como mayo en el que no se presentan grandes celebraciones, es una oportunidad interesante para que las empresas puedan comercializar sus productos y ser partícipes de la celebración de las madres en los diferentes hogares, en los que el regalo se convierte en el símbolo perfecto para agradecerles a las mamás por su rol cívico y su servicio a la sociedad y la familia.