miércoles, 28 de noviembre de 2012

El "tingo tango" entre el medio y su audiencia


Por: Santiago Alarcón Ceballos @alarcons1
Estudiante de Comunicación y Relaciones Corporativas
Universidad de Medellín
Columna de opinión

Sin defender al letrado periodista, se puede considerar que, a diario, la gente del común, "analfabeta e india", como usted y yo, criticamos y le tiramos la "papa caliente" a los medios a la hora de encontrar razones y culpables para los problemas que se cruzan todos los días.

Claro, en tanto que ellos, que hacen tan bien su trabajo, aportándole cada vez más a la sociedad con su criterio y objetividad, y porque nunca se pasan presentando el mismo tema por días, cuando hay un hecho importantísimo como el matrimonio del Príncipe de Asturias o el divorcio de los influyentes Marc Anthony y "JLo". 

Es decir, ellos como periodistas de tal medio no hacen bien lo que deberían hacer con derechos propios, como el secreto profesional, pero el consumidor de información tampoco es "una perita en dulce", dado que no hace uso de la rectificación, no se atreve a hablar fuera del anonimato y la multitud, para hacer valer su derecho a la información como se debe. Todo porque es muy fácil tirar la piedra y esconder la mano; sería una mejor solución, atacar el germen de la mediocridad desde la raíz: La educación. Pero ese es otro tema que, como colombiano promedio, me niego a hablar... hasta una próxima ocasión.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Vida en cuatro patas


Por: Yenny Muñoz Ramírez @yeenn21
Estudiante de Comunicación y Relaciones Corporativas
Universidad de Medellín
Reportaje


El perro, sea por su inteligencia o fidelidad, se ha ganado el lugar más cercano al ser humano, tanto que no sólo es el mejor amigo del hombre, sino que muchas personas lo consideran su único amigo. No existe compañía más leal ni guardián tan feroz y desinteresado como este animal. Aún así, son muchas las veces que la única recompensa que estos obtienen  son  maltratos, abusos y abandono.

Transitando por las calles sometidos a diversos peligros estos animales buscan un dueño que jamás regresó o simplemente  anhelan encontrar una familia para dejar de ser un perro de nadie: solo, hambriento y  enfermo para lograr así,  ser parte de una “manada”. En varias ocasiones encuentran personas que se hacen cargo de ellos, pero lo único que logran es una vida llena de sufrimiento, pues estos personajes abusan de ellos de manera despiadada por medio de fuertes golpizas, abandonos, torturas, entre otros. 

Son cientos de perros los que viven en la calle como parte de un triste paisaje de abandono, que son mirados con indiferencia todos los días. Son miles de animales  que se abrigan día a día con su propio cuerpo para dormir en el frío de la noche, pero son pocos los que encuentran un hogar y un compañero que entienda lo que es necesitar un poco de cariño.

Un hogar donde vivir

En Medellín hay alrededor de 4.500 animales callejeros
En Medellín hay contabilizados alrededor de 4.500 animales callejeros. La cifra, divulgada por FAUNA (Fuerza Anti-crueldad Unida por la Naturaleza y los Animales) es impactante, pues cada vez observamos más y más, animales sin hogar que lo único que buscan es encontrar un lugar donde vivir.  Sin embargo, la suerte de estos animales poco a poco ha ido cambiando,  gracias a la acción de personas afectas  por el sufrimiento de estos que logran brindarles una mejor vida.

El “hogar de paso San Francisco de Asís” para  caninos y felinos, nace de la iniciativa de una pareja: Catalina Sierra Sánchez y Luis Alejandro Peralta Medina, veterinario quien ejerce la profesión hace diez años, ellos son amantes de los animales, que  dedican  su tiempo, esfuerzo y dinero para rescatar y proteger  perros y gatos desamparados y abandonados en Medellín. Este hogar fundado el 18 de septiembre de 2008 comienza como veterinaria, dando pie para fundar “el hogar San Francisco de Asís”, que ha sido la salvación para muchos animales donde han encontrado una verdadera familia y un lugar donde correr y divertirse. El Hogar inicio con tres perros aproximadamente “Negro” y “Luna”, que necesitaban de su cariño y su afecto y “Chira” que llegó como mascota de la familia; junto a estos tres perros llegaron dos gatas “Nieve”, que  fue rescatada de una veterinaria donde la sometían a estar las 24 horas encerrada en una pequeña jaula, después de ésta llegó “Hainaná”, un gatica que cuando fue rescatada  ya no tenía voz de tanto maullar en una jaula, tenía todo su cuerpo lleno de popo y parece que ésta llevaba varios días sin alimentarse.

A pesar de la rivalidad entre perros y gatos, es evidente que en el Hogar se percibe todo lo contrario, pues ambos tienen una convivencia muy sana y respetuosa.

Perros dignos de admirar

Para los dueños tener estos animales es una bendición, ya que cada uno de ellos tienen historias particulares que marcaron y marcaran sus vidas. “todos los perros han sido traídos, unos los dejan amarrados o  los meten a la casa. Muchas veces los traen en estados críticos de salud; como el caso de “Bamby”, una perrita que tuvo dos hogares. Inició en una casa donde vivía una niña, la hermana y el esposo,  cuando eso se llamaba “Nena”. La hermana de la niña quedó en embarazo y el esposo de ésta comenzó a pegarle con un bate cada vez que la perrita se le acercaba a la señora. Antes de ese hogar nos dimos cuenta de que la perrita vivía en una casa por acá en Santa Elena, la alimentaban con harina, dormía fuera de la casa y también la maltrataban, entonces pasó por varios hogares donde le dieron amor, pero luego la maltrataban, por esto la perrita sí que era temerosa, desconfiaba de cualquier persona que se le acercara y con nosotros recuperó esa confianza y ese amor. Esta es mi “Bamby”, siempre está al lado mío, a esta perra no se la entregaría a nadie, pues al llevar con nosotros cuatro  años le daría muy duro  adaptarse de nuevo”, explica Catalina Sánchez.

“Bamby” a pesar de haber pasado por cosas muy duras en sus hogares anteriores, hoy en día es una perrita muy dulce y protectora, pues es quien acompaña paso a paso a Catalina y su hija siendo por así decirle su “ángel de la guardia”. “Bamby” se encuentra muy recuperada de sus traumas anteriores, ya que se muestra como una perra cariñosa, amigable, fiel y arriesgada.

La historia más impactante para los dueños del lugar ha sido la de “Katy”, “la coordinadora” de la manada. Nos cuentan que  “ella vivía en una apartamento con una familia, de un momento a otro la señora consiguió un empleo y no sé que pasó y la vino a dejar en una finca amarrada cerca de acá, resulta que los primos de ella eran los que la tenían amarrada, eran clientes de nosotros con una pinscher cuando teníamos la veterinaria y Alejandro un día que fue hacer una visita domiciliaria, vio que la perrita la tenían ahí amarrada al sol y al agua, fue varias veces a revisar la perrita y “Katy” siempre estaba amarrada al sol y al agua entonces un día que él fue la soltó y le dijo: “Katy vamos”, y de inmediato la perrita vino corriendo, para mí ésta ha sido una de las historias más tristes. Después de la perrita haber vivido bien, pasó a estar todo el día al sol y al agua. El señor que estaba a cargo de la perra se dio cuenta que nosotros la teníamos acá, hablamos con él y dijo que nosotros la íbamos a adoptar y la íbamos a operar, desde eso “Katy” esta acá con nosotros. Se volvió “La coordinadora”, porque un señor que entrena perritos vino y trabajó con ella, ella es rescatista. Un día estuvo con nosotros en Comfenalco y yo iba en un botecito nadando y le grité ¡Katy, Katy, Katy! Y ella se metió al agua a salvarme con una cuerda en la boca”.

Estas y muchas historias más han causado gran conmoción tanto en los dueños como en las personas que visitan el lugar.

 A pesar de que los animales son los que  buscan familia, estos no fueron los únicos en encontrarla, ya que para Catalina, Alejandro y sus dos hijos Celeste de 5 meses y Miguel de 2 años y medio, estos animales son más que mascotas son su familia, sus protectores, sus amigos. Ellos dicen amar su forma de vivir, pues estar rodeados de la naturaleza y contar con la mejor compañía que puede haber es mejor manera para convivir y criar a sus hijos.

“El jefe de la manada”

Miguel Peralta Sierra, un niño que con sus oscuros ojos como la noche ilumina la vida de muchas personas, con una estatura tan pequeña como la de una pulga pero con un corazón grande como el espacio, pues su capacidad de amar a sus seres queridos y de desempeñar labores encantadoras en pro de la naturaleza, hacen de él, un niño admirado por la sociedad. Miguel es hijo de Catalina y Alejandro que con dos años y medio de vida conoce y tiene a los mejores amigos del mundo: los perros.

Este pequeño saltamontes que va de matorral en matorral descubriendo cosas nuevas junto a sus amigos, es un personaje lleno de experiencias maravillosas, pues al haber crecido en el campo rodeado de sus fieles amigos han hecho de él un niño alegre, curioso, fuerte, valiente, amigable e inteligente, que con sus mil cualidades demuestra ser el “jefe de su manada”, ya que éste es quien guía a estos animales y está, constantemente, conviviendo con ellos. Según sus padres los perros le guardan un gran respeto y cariño al niño, lo toman como su líder.

Miguel hace de la vida de su familia una aventura, pues desde el momento en que nace ha sido la luz de los ojos tanta de sus padres como de sus caninos amigos.

Buscando salir adelante

Sostener los quince perros y los ocho gatos  que se encuentran en el Hogar no es nada fácil, ya que al ser animales de raza grande requieren de más alimento y de un lugar apto para su recreación y convivencia. Al no tener colaboración de ninguna entidad ni del Estado, esta familia recurre a personas generosas que muchas veces les regala comida para los animales o aportan monetariamente al sostenimiento del lugar. Al ver que esto no da mucho resultado crean una estrategia  innovadora y atractiva para el público, ya que por medio de una caminata canina que se hace en Santa Elena se recogen $10.000 (diez mil pesos) por personas, con el dinero recolectado se sostiene el Hogar.

En estas caminatas se hacen recorridos por todo el bosque, donde los perros encuentran un lugar donde divertirse y disfrutar con otros perros; lo que ayuda notablemente en la convivencia de los animales y del cambio de ambiente, pues al encontrarse en un lugar tan sano y puro descubren tranquilidad y armonía.

Hacer esta clase de labores no es nada fácil, estos esposos son personas que realmente aman su labor y sus mascotas y luchan para que día a día sus perritos tengan una buena alimentación y una recreación apta para la manada, con grandes esfuerzos han logrado crear un Hogar de paso.

jueves, 15 de noviembre de 2012

La reputación corporativa desde las redes sociales


Por: Sandra Patricia Salazar Pérez @SandraSalazarP
Estudiante de Comunicación y Relaciones Corporativas
Universidad de Medellín
Artículo de opinión

La dinámica de una cultura en una organización exige replantear la gestión de personas bajo el entendimiento de nuevas y más flexibles formas de trabajo, la redimensión de los valores organizacionales y profundas transformaciones sociales que influyen en el relacionamiento entre clientes y empresa a través de las múltiples unidades comunicativas.

Hoy por hoy, las compañías buscan tener una posición estratégica para comunicar el core del negocio (la esencia o el negocio nuclear o clave de la empresa), para posicionar la organización en reputación e imagen que se refleje en ventas, rentabilidad y vínculos a largo plazo, basados en confianza y credibilidad con todos los Stakeholders (todas aquellas personas, empleados, grupos, empresas, la comunidad y la sociedad en cuanto tienen interés en la existencia y desarrollo de una empresa).

A partir de ésta necesidad organizacional, el comunicador corporativo adopta una postura interactiva que permita seducir a través de estrategias sensitivas al publico objetivo mediante las redes sociales. Además, se convierte en un negociador de la información quien no solo se preocupa por la publicidad de la empresa como en el caso de las agencias publicitarias, sino que a través de las redes sociales mantiene una imagen corporativa, una reputación positiva, posiciona la marca y tiene el  gran compromiso de crear contenidos informativos.

La periodista y especialista en unidades de Interacción del periódico El Colombiano, Perla Toro, aduce: “Facebook ha superado a Google en tráfico semanal en Estados Unidos, consiguió 200 millones de usuarios en menos de 1 año; en 2008 en España contaba con 1.371.080; en 2009 6.375.140, solo en un año creció en España 365%. Si fuera un país sería el tercer más poblado del mundo. Asimismo, Twitter tiene 120 millones de usuarios, 300.000 nuevos registros al día, 55 millones de tweets enviados al día.

Más del 50 % de los internautas encuestados en España prefieren visitar las redes sociales a ver la televisión. Youtube es el segundo mayor motor de búsqueda después de Google. Hay más de 200 millones de blogs.

El 25% de los resultados de búsqueda en Internet de las mayores marcas del mundo son de contenidos generados por usuarios particulares y el 34% de las entradas y comentarios de los blogs son referentes a marcas comerciales y productos”.

Por lo tanto, las redes sociales son el mayor cambio desde la revolución industrial y un nuevo enfoque del comunicador corporativo es velar por la reputación empresarial desde las redes sociales; es un negociador en las unidades interactivas, un Community Manager.

Es importante para los organizaciones tener un Community Manager porque como buen negociador es estratega, creativo, gestor, analista, programador, conoce detalladamente el publico objetivo, define el tono del lenguaje, estructura un momento de atracción, presenta el contexto del lenguaje e impacta.

Es decir, el comunicador corporativo desde las redes sociales convierte a la marca y a su reputación entre los grupos de interés (Stakeholders) en protagonistas como generadores de valor.

Un cadáver que vivió en la bóveda de un cementerio


Por: María Clara Carmona Restrepo @ClaraRtpo
Estudiante de Comunicación y Relaciones Corporativas
Universidad de Medellín
Reportaje

Una promesa de amor llevó a un hombre a pasar 26 meses en la bóveda de un cementerio, sumido en la droga y en el alcohol, y con la única compañía de sus amigas: las ánimas del purgatorio.


El 13 de septiembre de 1997 le llegaron con la dolorosa noticia, de que Inés Vélez, su madre, se encontraba a punto de morir; él, prefirió rematar la pata de marihuana que apretaba en sus dedos manchados por la nicotina venenosa, y expresó con arrogancia e ignorancia que los temas del mas allá no eran problema de él. Luego supo por boca de su hija Piedad Marcela, que la mujer que le había dado la vida había dejado de existir en el más acá.

Aquella noche, luego de la traba de todos los días acurrucado en su cambuche de plásticos y cartones, sintió que un espíritu le remangaba el plástico de la entrada del mismo, y que un frío lento y penetrante lo envolvía de la punta de los pies a lo que quedaba de pelo en su cabeza. Mientras miraba el cabo de vela apagarse supo que aquel ventarrón no era otra cosa que el espíritu de su madre que quería despedirse de uno de sus cinco hijos hombres al que dejaba sumido en la droga y en el abandono por causa de la misma, luego de treinta y tres años entregado a ésta. Aceptada la furia del espíritu debido a su grosería, un cigarrillo de marihuana más grande de lo normal le ayudó a conciliar el sueño. Y en el, revivir épocas pasadas, como cuando era joven, y jugueteaba con sus demás hermanos, y además, era amigo de su padre, Alejandro Rico, relación que se deterioró con el paso del tiempo hasta el punto de no dirigirse la palabra.

El entierro de su madre reunió a su alrededor a un sinfín de familiares que vieron sorprendidos a Álvaro de Jesús Rico Vélez, mas conocido como “Titi”, afeitado y bañado, así como estrenando ropa que unas tías religiosas le habían regalado luego de convencerlo de asistir al funeral de su madre. En un principio, él no quería saber nada de velorios y de entierros, pero por la insistencia de su hija y de sus tías, decidió que dos guaros dobles y un “pucho” bien cargado como el mismo lo llama, le darían ánimos suficientes para enfrentar las caras largas de sus allegados y el rostro inerte de su madre.

Sereno y perdido en sus recuerdos, firme al pie del ataúd que cubría el cadáver de su madre, terminó el sacrificio de aquella Eucaristía, dándole un sonoro beso a la frente blanca y fría de ella, y remató adornando sus dedos reposados y sin vida, con un clavel blanco que robó de uno de los ramos que adornaban tan triste ceremonia. Terminada la primera parte del ritual del entierro, una idea loca empezaba a pasar por su cabeza. Invitando a sus demás hermanos, a cargar en sus propios hombros a quien les cargó a ellos toda una vida, rechazó a otros que querían ayudar en aquella tarea.

Corrió hasta el extremo de la bóveda, el cajón negro con los despojos de su madre, “Titi”, creyó conveniente hacer desalojar el pasillo del campo santo, argumentando, de que nadie debería llorar por el descanso que tendrían los sufrimientos que había pasado esta mujer en vida, todos los problemas de sus hijos. Nadie imaginaba que por la mente de aquel vicioso vagaban los recuerdos más hermosos y las intenciones más nobles que un hombre pudiera tener.

Nadie alcanzo a imaginar, que un ser humano, por el amor a su madre, era capaz de trasladar su vivienda, al pie de la sepultura de un difunto, menos sabiendo que aquel difunto, ya tenía escriturada su morada en un campo santo, nadie le hubiera creído a “Titi” cuando le prometió a su difunta madre, que él, no la abandonaría nunca más; con aquella promesa, la bóveda 108 del cementerio de Ciudad Bolívar, tuvo un inquilino vivo, un cadáver en vida, que salía a espantar los males del mundo en el día y a alimentar un vicio que no podía dominar. En el diálogo sobrenatural con su madre, “Titi” le explicó a la difunta, las razones que tenía para tomar aquella decisión; quería cuidar de ella mientras él viviera para que nadie intentara perturbarla, aunque el perturbado fuera él.

Fue así como empezó  lo que causaba admiración entre quienes se enteraban del suceso; en la bóveda 108 del cementerio un hombre cubría su cuerpo con cartones y novenas a las animas del purgatorio, acompañado de los huesos de sus vecinos difuntos, buscaba paz para su alma. Al sonido de su respiración, respondía el silencio sepulcral de las calaveras. Solo las lluvias temporales incomodaban a “Titi” en su claustro solitario y frío y, a veces, uno que otro roedor en forma de chucha o el boom boom de algún cadáver que explotaba debido a su fermentación natural, los demás, el ulular de búhos, chillar de grillos y gusanos devorando muerte le servían de arrullo de sus trabas monumentales.

“Qué culpa tengo yo cuñadita, de que usted me guste tanto”, escuchó “Titi” que le susurraba al oído, la viuda alebrestada a su amante lesbiana mientras la besaba y la acariciaba en presencia de las miradas de los difuntos y el silencio sepulcral de un pasillo del cementerio. “Titi ”, como en muchas otras veces, al terminar de fumarse su “diablo” como él llama a sus cigarros de marihuana, escuchó susurros y gemidos placenteros que no podían venir de los difuntos, ellos cuando hacían acto de presencia, era para acompañar a “Titi” en sus rezos y no para fornicar, hacían presencia espiritual y luminosa, más o menos como alumbra una luciérnaga, pero eran ellas, las animas, para guardar por el bien de su inquilino malicioso y soplador y no para molestar la sepultura de un marido cachón y altanero que pagó cara su petulancia y para colmo, después de muerto, contemplar inerte como, su viuda se iba a fornicar al pie de su tumba, con su propia hermana.

“Titi”, tal vez iluminado por sus guardianas las animas tuvo la buena idea de espantar para siempre de sus lares a aquellas desvergonzadas que no le respetaron el sueño entrecortado a él, ni a sus amigas las animas; disfrazado con un “poncho” blanco, alumbrado con un cabo de vela y calzando unas botas vaqueras negras, que una vieja amiga le había regalado, taconeaba duro y pausado, mientras se le acercaba a las lesbianas con la intención de romper el acto carnal y de paso, espantar del cementerio, lugar sagrado para él, a aquella viuda lujuriosa que iba a mortificar el anima en pena de su difunto esposo.

Aterradas por aquella aparición fantasmagórica, las lesbianas corrieron como locas despavoridas, acatando solamente a recoger su ropa, que se mal colocaron en las afueras del campo santo; en el sitio del acto, quedaron unas llaves y lo que quedaba del guaro y los limones, que alentaron a las amantes a buscar tan incomodo lugar para sus deseos sexuales. Aquella noche a “Titi” le correspondió acabar con lo que quedaba de guaro y le tocó tranquilizar a sus amigas las animas, con unos rezos que recitaba entre sorbo y sorbo; presentía en su embriaguez que aquella broma podía costarle la vida, sus compañeras de cambuche, le murmuraban a su lógica, que aquel par de lesbianas, no se olvidarían del espanto que les interrumpió su romance sepulcral.

Así como se va tejiendo una telaraña; que la arañita planea y ubica cada hilo en donde corresponde, así mismo empezó la lesbiana viuda a planear la muerte de aquel espanto que le dañó su romance y de ñapa, era testigo de sus gustos sexuales, lo que no le convenía que se supiera en el pueblo, dada su reputación de señora; aunque en la realidad, solo fueran ciertas, las seis primeras letras de reputación.

Averiguaba sobre lo que le sucedió, no podía ser obra de muertos, la lesbiana, supo que en la bóveda 108 del cementerio habitaba “Titi”, ese vagabundo vicioso que en muchas ocasiones, le había lavado el carro de su difunto esposo en el parqueadero “Los búcaros”, habría que dejarlo en su sepultura, encerrado, para siempre al igual que su secreto.

50 mil pesos, iba a recibir un antiguo mesero de los billares para que se hiciera cargo de “Titi”, la trampa que le había tendido la araña no podía fallar, sus hilos de seda, eran infalibles. Avisado por sus guardianas las animas, o tal vez el alma de su madre que prometió cuidarlo, “Titi” presintió la llegada del sicario baratero que creyó fácil su trabajo, solo era cuestión de atisbar la 108 del cementerio donde habita un muerto vivo que espantaba a las lesbianas, y extravió las llaves del negocio heredado de su malicioso marido.

Encaramado en el techo, “Titi”, veía el sicario como alumbraba el hueco vacío de su bóveda y el rostro asustado del principiante matón, que no comprendía cómo se la había escapado su víctima; el mismo lo había visto subir a la cima del cementerio buscando su guardia sepulcral. Aquel primer intento de muerte, fue tejiendo la leyenda de que al “Titi” lo cuidaban las animas; “Ninilla”, el hombre que había recibido 10 mil pesos para que le señalara el camino al sicario, se encargó de regar el cuento entre sus amigos viciosos, él había sido testigo, de que ese man, se esfumaba cuando lo iban a matar. Enterado el difunto vivo de toda la red que habían tejido a su alrededor para callar su broma lujuriosa, se le apareció en el día a la viuda reclamándole respeto por su vida y el campo santo, o si no, el de sus amigas las animas, de lo contrario daría a conocer la debilidad que tenía por su cuñadita. Comprendiendo la viuda que la llevaba perdida con las ánimas del purgatorio, así como con “Titi”, optó por dejarlo descansar en paz, aunque ahora el que se revolcaba en su sepultura era su difunto esposo.

“Pobrecito el señor, no alcanzó ni para comprarle un cajoncito” decían entre dos ancianas llorosas que se quedaron contemplando la bóveda 108 en donde estaba durmiendo su traba “Titi”. Aquella mañana, quizá por su traba, o porque se había acostado pasadas las doce de la noche, “Titi” se dejó coger del día, lo que les permitió a las señoras enlutadas percatarse del singular espectáculo; un difunto en su lugar de reposo eterno, pero sin las cuatro tablas que lo debían proteger del frío que estas bóvedas traen consigo. Cuando “Titi” escuchó el lamento de las madrugadoras magdalenas, sintió ganas de reír, pero el recuerdo de su madre pidiéndole respeto por el campo santo se lo impidió; más bien asumió su papel de muerto con la seriedad del caso y dejó que las ancianas elevaran sus plegarias por aquel desamparado que no tuvo ni siquiera un cofre carcomido de polilla para su último viaje. Contrario a lo que “Titi” pensaba era común y corriente, para aquellas “lagrimonas” no era, fueron a contarle al padre Arturo lo que habían visto. 

El sacerdote, convencido de la idiotez de aquel cuento llamó al sepulturero para que le confirmara el chisme, este, en solidaridad con el difunto vivo, le dijo que eso era imaginación de las viejas chismosas y lloronas, que la bóveda 108, estaba desocupada, y el mismo podía ir, eso sí en el día, a verificarlo. Con aquella afirmación del enterrador, “Titi”, logró que su rutina de enterrarse vivo, no fuera interrumpida, salvo una que otra vez, como cuando las lesbianas,  o cuando los satánicos decidieron hacer sus ritos orgiásticos, los cuales tenían de todo, sexo, licor, bareta, perica, “cacorrismo”, lesbianismo, y otras cosas más, incluida la sacada de un muerto a participar de la orgía amorosa de su novia satánica. Cuando “Titi” era testigo de todo este desorden que creaban sus colegas vivos, se refugiaba aún más en su bóveda que protegían sus amigas las animas, de las que sabía, le agradecían sus rosarios y oraciones motivo por el que, él las saludaba cada que llegaba a buscar su dormida “cómo estás 109, qué hubo 110, cómo le fue hoy 102”, a las que no les alcanzaba el saludo, les tiraba unas piedritas como señal de amistad, luego prendía su “pucho” de marihuana y se acostaba a soñar con su madre; soñaba que lo mimaba y lo cuidaba.

Lleno de perica en todos los bolsillos, sucia y pálida como momia viva que él era, “Titi” acostumbraba emprender la subida del cementerio todos los días a eso de las once de la noche. Terminada su labor de limpieza a una de las mesas de billar que un amigo suyo tenía en su negocio, el muerto viviente daba algunas vueltas por los toldos de fritanga, tratando de que el colesterol se le impregnara en su cuerpo raquítico y maltratado. Cuando las dos papas y la gaseosa sabor uva, su favorita, que eran su comida, se acomodaban en la cavidad angosta de su estómago, allá, en el último lugar que quedaba a salvo de la droga, el ánima en pena que era “Titi”, buscaba su refugio vampirezco.

“Titi” sabía por la costumbre, que sus amigas las ánimas, los esperaban en el hotel cinco estrellas que él invadía, para ellas “poder dormir en paz”, ellas venían a esperarlo abajo, allá donde empezaba la subida al campo santo y juntos empezaban sus oraciones que terminaban cuando “Titi”, la cabeza asomaba en la sepultura, sus pies contra el fondo de la fosa, se despedía de todas ellas. Detrás de un eucalipto que estaba en medio de la loma del cementerio, una figura enigmática y perversa hacia ademanes de apuntar a un blanco invisible que no aparecía en el oscuro camino, aquella figura desconocida, esperaba con paciencia a que su víctima subiera a buscar su dormida para atentar contra él a lo lejos. Aquel era el segundo intento de alguien, para quitar de en medio al vicioso “Titi”. No sabía aquel matón que a “Titi”, las ánimas lo rodeaban para subirlo a la sepultura y que los muertos tuvieron su día y su hora, a “Titi” le faltaba mucho por ver y escuchar. Supo después de boca de un amigo, que aquella noche se había salvado, porque el homicida se había asustado al verlo acompañado de alguien, que debió ser el alma de su madre, y no tuvo agallas para apretar el gatillo. “Titi” supo entonces, que no solo la viuda alegre quería verlo muerto para siempre, sino alguien más. Acrecentando su diálogo nocturno con el mas allá, el inquilino de la bóveda 108, sabía que la muerte lo andaba rondando y no era precisamente para hacerle compañía; lo quería eternamente para ella, así como tenía a los demás huéspedes de aquel cementerio, lo quería en la bóveda 108 de día y de noche, sin saliditas a buscar vida y vicio, sin espanticos de mentiras.

Fue tanta la insistencia de las dolorosas ante el padre Arturo, que él, un día salió en búsqueda clandestina acompañado de las denunciantes, a verificar con sus propios ojos lo que estaba sucediendo en aquel lugar. Despertado de su limbo narcotizante por el bullicio de las camanduleras, “Titi” supo que el administrador de su vecindario se hallaba al pie de su sepultura, dispuesto a reclamarle por ocupar el inquilinato sin su consentimiento.

Guardando la esperanza de que el hambre derrotaría al Padre, “Titi” simuló seguir durmiendo, igual que hacían sus vecinos. Transcurridas dos horas de aquella batalla imaginaria, el resucitado, bajó de la fría loza a buscar el agua que espantaría la prueba de su letargo. En esas estaba, cuando lo encontró el Padre que lo saludaba amablemente. Cogido con su cuerpo en la sepultura o en esta casa, con los pies en la bóveda, o mejor, con las manos entre los cadáveres, “titi” no tuvo más que hacer sino confesar su atrevimiento al sacerdote, que incrédulo lo escuchaba lelo. Fue así como le contó al Padre, de la promesa hecha a su madre el día del cementerio, de sus noches espantando satánicos y lesbianas, así como su intención de desocupar la bóveda si él así lo quería, “no quiero que mis problemas sean sus problemas” terminó por decirle “Titi” al Cura, quien le respondió que “sus problemas si eran su problema” y optó por dejarlo de inquilino en la “alcoba” 108 de su “hotel”, era lo menos que podía hacer con aquel cadáver soplador, que había tenido la valentía y la cordura de confesar ante la misma autoridad eclesiástica, los motivos que lo llevaban a hacerle compañía a los difuntos; hasta donde el cura sabía, era la primera vez que aquello sucedía y él era testigo de tal suceso. Como buen consejero espiritual y material que era el cura, trató de convencer a “Titi”, que dejara aquel incomodo cuarto por un alto cargo en un centro de rehabilitación que administraba la parroquia por aquellas épocas. “Titi”, Convenció al pastor de ovejas descarriadas, de que él prefería estar al lado de vivientes más confiables y amistosos, que ellas algún día le ayudaría a dejar su vicio de bareta y perica, de lo cual, él, era consciente lo mantenía con un pie en la sepultura y otro en la calle arriesgando su pellejo de momia viva.

Las motos no eran conocidas en el pueblo, incluso, notó que una de las tres que había, no tenía la placa. Con la malicia indigente que había aprendido en la calle y en los antros de vicio que solía frecuentar en “la zona”, como es llamado el sitio donde venden la droga en Ciudad Bolívar, “Titi” comprendió que aquello no era normal. Cuando se cansó de la bullaranga del parque y del olor a “cagajón” de los caballos que habían en aquellas fiestas, emprendió su viaje a la 108 a prenderse su diablo, como el llamaba a los “baretos” de bazuca. En la entrada del campo santo estaban las tres motos, rodeando el cementerio por la parte de atrás, se escondió en un guamo que sobresalía por encima del muro y desde aquella posición pudo ver y escuchar a los sicarios que se repartían posiciones para no dejar escapar el ánima de “Titi” cuando éste llegara a dormir. Sabiendo que en estos casos, la paciencia puede más que la ansiedad de los asesinos, el candidato a cadáver guardó silencio y esperó que los tres sicarios se cansaran de esperar, lo que al fin sucedió. Convencido de que al menos por aquella noche no darían cuenta de él, “Titi” dialogó con sus guardaespaldas las ánimas y no pudo dormir tranquilo. Los tres sicarios, conversando entre ellos, no comprendían cómo su víctima se les escaba, entre rabias y ansiedad, dijeron el nombre de quienes querían muerto a “Titi”; su esposa y el amante, la mamá de sus dos hijos vivos y uno muerto a causa de haberse ahogado teniendo apenas 3 años y 3 meses de vida. Eran 100 mil pesos lo que estaban dando  estas dos personas muy allegadas a él, para quitarlo del medio. Querían que no estorbara para ellos fornicar en paz, viendo que ya eran varias veces las que habían querido despacharlo al mas allá, “Titi” decidió irse a tierras vecinas como Medellín y el Chocó, llevándose lo que tenía puesto y el recuerdo y amparo de sus ánimas benditas.

Antes de marcharse recordó, las veces en las que tuvo que defender el cementerio y a sus habitantes de las hordas de satánicos borrachos que pretendían crear sus carnavales satánicos en el lugar que albergaba el cadáver su madre, recordó a los amantes exóticos que para poder ritualizar su entrega carnal, buscaban los extramuros de este lugar, y al frente de una determinada bóveda, iniciaban su entrega lujuriosa, testimoniada por los clic clic de una cámara fotográfica puesta en automático, que no dejaba escapar ni una de las posiciones sadomasoquista de los dos cuerpos que insistían en retratar su delito amoroso en aquel lugar, que fuera creado no propiamente para aquellos actos. Fue tanta la sorpresa de “Titi” viendo aquel show, que igual que a las lesbianas, les armó su espanto; esta vez con un tarro viejo y bulloso que despertó a los amantes de su nido pasional, curándoles del susto sus instintos carnales poco comunes. Recordó, además, una noche de luna llena, cuando doce satánicos armaron su orgía de sexo y rezos; y hasta de muerte, si “Titi” no hubiera tenido la precaución de esconderse.

Cuando estaban en el clímax de su orgasmo ritual, decidieron que “Titi” era un testigo ocular que debían eliminar, sabían que él, los había visto, cuando se robaban una tumba y retiraban los restos del difunto, haciendo luego quemas y ritos con el ataúd, no podían dejar vivo al testigo de la forma en que guardaron los restos en una caja de cartón que llevaron para tal fin, era demasiado riesgoso para ellos, que “Titi” viera y de pronto contara todo, más aún sabiendo que con aquella luna llena y el alboroto, los pudo haber identificado.

En aquella ocasión, de nuevo el montón de lucecitas salvaron el vicioso de morir. Al no encontrarlo en su sepultura dejaron de pensar en él. Mientras tanto, él escondido detrás de unos árboles, observaba el carnaval. Cuando se armó el bochinche y la bulla por la pérdida de los huesos del muerto, “Titi” enfrentó al jefe de los satánicos para que devolvieran el cadáver a su sitio, o sino, los aventaba ante las autoridades; el pacto fue sencillo y rápido él no había visto nada y ellos seguirían en la clandestinidad y el muerto volvería, después de un mes de vacaciones a la tumba, eso si palabra de macabros, el cementerio nunca volvería a ser escenario de ritos satánicos o “Titi” hablaría y señalaría.

Cansado de todo esto y con miedo de perder su vida, “Titi” se despidió de sus amigas las animas y éstas lo despidieron dándole las gracias por sus rezos y cuidados, con un desfile de lucecitas que no eran luces pero alumbraban, tanto que le señalaron el camino que lo guió al encuentro consigo mismo, permitiéndole dejar el vicio que lo había atrapado, sin necesidad de ningún centro de rehabilitación, solo con la firme decisión de regenerarse. Hoy en día, “Titi” es una persona sana y servicial que todo el pueblo quiere, saluda y busca para hacerle encargos y de paso sacarle las anécdotas que vivió en sus veintiséis meses de inquilino en la bóveda 108 del cementerio. Algunas personas que fueron testigos de lo que vivió “Titi”, se asombran de verlo regenerado y útil a la sociedad, se asombran del camino que sufrió ese muerto que debían buscar en el cementerio para que fuera a lavar un carro, “estamos en la hija de puta olla, desde que tengamos que venir al cementerio a buscar un cadáver para que me lave el carro”, afirmó alguien un día, cuando le contaron el cuento de “Titi” y su bóveda; tuvo que verlo para creerlo. Con una cortesía digna de admiración en un hombre de su clase, “Titi” se ríe de su pasado y en el interior de su alma, lanza ruegos a sus amigas las ánimas del purgatorio; y ruega en especial, a la de su madre, para que no lo vuelva a dejar caer en las tentaciones de la droga, y de paso lo libre de los actos que a él le tocó ver y espantar.

“Titi” es un hombre absolutamente diferente, con ganas de vivir y salir adelante; hoy en día trabaja como pintor de fincas y en esta ocasión fue contratado para pintar 13 de éstas, es un hombre solidario y respetuoso, que vive al lado de 3 hermanas con las que no se lleva muy bien debido a su cambio de actitud para enfrentar la vida, y además, vive al lado de su padre, del cual volvió a ser amigo en tristes circunstancias, ya que hoy en día Don Alejandro está un poco mal de la cabeza, pero “Titi” lo ayuda y le ofrece lo mejor que puede brindarle: su amor y comprensión en todo momento.

Personas como Clara Inés, conocen a “Titi” desde antes de caer en la drogadicción y de su paso por el cementerio como muerto viviente; con el paso del tiempo lo valoran más y le tienen un aprecio más grande del que le han tenido siempre, que ha sido mucho. “A “Titi” nunca se le negó la entrada a la casa, ni un almuerzo o cualquier cosa que necesitara, siempre contó con el apoyo de todos en esta casa y es que lo más importante es que aunque “Titi” estuviera entregado a la droga jamás hizo nada malo como robar o matar para que perdiera el cariño de todas las personas que crecimos con él y lo conocimos de toda la vida”. dice Clara, con alegría y entusiasmo.

El 14 de noviembre del presente año, “Titi” cumplirá 15 años de regenerado y en honor a este gran esfuerzo y por supuesto al triunfo que tuvo como una muestra de superación le harán un reconocimiento en las “fiestas del arriero” que se celebrarán del 7 al 12 de noviembre en el municipio, porque fue precisamente en una fiestas que “Titi” tomó la dura y definitiva decisión. Desde aquel día, él prometió que jamás lo verían en la calle después de las seis de la tarde, para recompensar el tiempo que perdió trasnochando y siendo un degenerado en las calles de Ciudad Bolívar; hoy en día y después de tantos años ha cumplido su promesa y se siente feliz y honrado de este reto que se propuso y que a su modo de ver ha sido la mejor decisión que alguien pueda tomar.

“Titi” ha ayudado a muchos drogadictos desde ese momento, con una palabra de aliento y de ánimo los ha motivado para que salgan adelante y entiendan que si se puede, a la única persona que ha podido convencer de tomar tal decisión es a su hija Piedad Marcela, quien consume desde los 10 años, la misma edad en que él comenzó.