lunes, 25 de noviembre de 2013

"Nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo a un mismo ciudadano en el poder..."

Por: Jorge Uribe Piedrahita 
Comunicador Social /Organizacional
Periodista
Especialista en Mercadeo Gerencial
Docente Universitario
Líder Coach


El nuevo mileno trajo consigo una fiebre que se ha vuelto epidemia en toda América. Pareciera que nos hubiésemos paralizado, políticamente, en el tiempo, sin la fe puesta en nuevos liderazgos, sin ni siquiera analizar la viabilidad de apoyar nuevos talentos para que dirijan el futuro de las naciones. 

Desde EE.UU. hasta Argentina, vemos cómo los presidentes alteran la Carta Magna de su país para poder darle continuidad a su gobierno a través de la reelección. Argentina ha visto más de una década subir al trono a un Kirchner, primero en cabeza de Néstor y luego le tocó el turno a Cristina. Correa ha repetido como "niño glotón" en Ecuador y en Bolivia al parecer no existe otro más que Evo que pueda liderar con entusiasmo e "inteligencia" la rama ejecutiva. Y no me atrevo a continuar, sin mencionar a mi querido e inolvidable camarada Hugo Chávez, quien utilizó toda la maquinaria política y violó a todas sus instituciones para estar más de 13 años en el poder y, como si fuese un matrimonio, fue la misma muerte la que lo separó de un tirón, aunque él por solo joderles la vida a los venezolanos, dio la orden de reelegir por siempre a Nicolás Maduro. Obama también aprovechó la fama que le dio el ser el primer negrito que subía al cargo más importante del mundo y se reeligió.

Colombia no es ajena a esta nueva tendencia política, y so pena de estar tan de moda, son pocos los ciudadanos que en 200 años de independencia han pretendido continuar en el poder y aunque algunos han sido valientes, sus segundos o terceros mandatos no han tenido un final completamente feliz. 

Hay que empezar con el Libertador, el diseñador de la Gran Colombia. Simón Bolívar siempre recalcaba "nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo a un mismo ciudadano en el poder, porque el pueblo se acostumbra a obedecerlo y él a mandarlo, de donde se origina la usurpación y la tiranía". Seguro esto nunca lo leyó Chávez. Sin embargo, Simón tal y como lo dice JuanMa, uno debe tener la valentía de retroceder en sus conceptos para una mejor aplicación y abogó por la continuidad de su mandato. El resto es historia: Un intento de asesinato, la pelea con Santander y un sueño bolivariano muerto, que Chávez intentó revivir y acomodarlo a su "estilo antimperialista". 

Sigamos con Tomás Cipriano de Mosquera, electo en 1845, un gobierno común y corriente hasta 1849. Una década después, en 1860, se rebeló contra Mariano Ospina Rodríguez y se tomó de nuevo el poder a través de las armas. En 1866, se reeligió a través de las urnas, pero como toda crónica de una presidencial mala, al año siguiente lo derrocaron y se fue al exilio. Por cierto, los colombianos perdimos esa deliciosa manía de derrocar a los malos mandatarios. Lastima que ya no hayan hombres valientes y con gallardía para eliminar a esos pésimos gerentes nacionales que no son capaces de administrar oportunamente el país. 

Continuando con el radiografía histórica, nos encontramos con Manuel Murillo Toro, quien gobernó desde 1864 a 1866 y luego de 1872 a 1874. La constitución de Rionegro permitía la reelección pero de manera diferida. Después de él, llegamos a Rafael Núñez, el autor del Himno Nacional y quien, a pesar de su avanzada edad, se aferraba como ladilla al poder. Gobernó desde 1880 a 1882. Luego retornó en 1884, y en 1886 cambió la Constitución para pasar a tener un periodo presidencial de seis años con reelección inmediata. El cartagenero lideró el país hasta 1892, aunque aquejado por su salud, entregaba el mando a diferentes personajes, hasta que finalmente, la muerte se lo llevó en 1894. 

Ya ingresando en el siglo XX, llega el conservador Rafael Reyes, quien en 1904 gana las elecciones y, ante los problemas que tuvo con la rama legislativa, cerró el Congreso y convocó a una Asamblea Constituyente; era claro que Reyes quería ser el hombre supremo y amplió su período a 10 años. Sin embargo, en 1909 tuvo que renunciar a la Jefatura del Estado y se marchó para Europa.

En tiempos más modernos, la reelección vuelve a ser protagonista con Alfonso López Pumarejo, él gobernó desde 1934 a 1938, un mandato impecable y sobresaliente, y como buen humano, aprovechó su momento de gloria y volvió a aspirar al poder en 1942, coronándose como líder de la manada. Desgraciadamente, para Alfonso no fue un buen segundo mandato y, finalmente, terminó dejando el poder. 

Por fin llegamos al abuelo de los Moreno, Iván y Samuel, que bastante lidia le han dado a Bogotá en los últimos tiempos. Gustavo Rojas Pinilla, el General, se tomó el poder de Darío Echandía a través de un golpe de Estado. Recibió el aval del pueblo y selló su hegemonía hasta 1958. El pobre Gustavo terminó también dejando la Presidencia por la revueltas del pueblo y los partidos políticos que no lo querían. Recuerdo cuando mi abuelo, describía esos momentos: "Paralizado un país completo, ningún sector quiso apoyar al presidente y éste tuvo que abandonar el cargo".

Ya en épocas más modernas, tenemos a Álvaro Uribe Vélez, quién a través de una reforma, le dieron la visa para participar en los comicios de 2006 y alcanzar su segundo mandato. Terminó ambos periodos con gran popularidad. Ahora, el país se enfrenta a un nuevo Presidente -Candidato, Juan Manuel Santos Calderón. 

Solo me preocupa la parálisis política que sufre América ¿Será que no tenemos nuevos y más modernos talentos para aguantar tantos años a los mismos mandatarios? A veces me apego a lo propuesta planteada por Héctor Abad Faciolince, al decir que es un juicio popular que premia o castiga al Presidente de turno.