Lugares que verdaderamente te llegan al corazón
Por: Paula Andrea Giraldo Cano @pauligiraldoc
Estudiante de Comunicación y Relaciones Corporativas
Universidad de Medellín
Crónica
Crónica
Paula Andrea Giraldo Cano, María Clara Carmona Restrepo, Daniela Marchesan Álvarez y Sergio Andrés Vera Gómez |
Para iniciar, tengo que confesar que tenía una gran expectativa para este trabajo, sobre todo por el lugar, pero le dije a mis padres que llegaba tarde porque iba a ir al Pueblito Paisa hacer un trabajo y mi papá ahí mismo me advirtió que tuviera mucho cuidado, puesto que éste era un lugar peligroso y pensé ¿Cómo un lugar que es un patrimonio cultural de mi ciudad puede ser peligroso?, y si, la subida hasta allí está llena de personas que quieren hacer el mal.
Sin embargo, me voy a basar en la otra parte de la balanza: Las personas, cosas, lugares y espacios positivos que me inspiraron tranquilidad, aquellos que reflejan el orden y cuidado que la Alcaldía hace del sitio. Me basaré en aquel pueblito acogedor, hermoso, que inspira amor y tranquilidad.
El Pueblito Paisa es uno de los sitios turísticos más importantes del Valle de Aburrá |
Mientras hacia todo el trabajo de campo, en mi mente solo pasaba la pregunta ¿será que me estoy poniendo vieja? porque estas cosas me están causando mucha nostalgia.
La historia del lugar es maravillosa, la ambientación tan fiel y exacta para representar cada una de las cosas de este pueblo antiguo. Iniciando el recorrido de izquierda a derecha, nos encontramos primero con la emisora Estrella, que a través de una imitación con un maniquí haciendo las veces de locutor muestra a los visitantes una idea de cómo funciona un lugar de estos.
A su lado se encuentra la Casa Cural, que en cada uno de sus espacios se percibe historia, desde la forma de los muebles grandes y antiguos, pasando por el acolchado de croché que viste la cama del padre y los adornos que acompañan las paredes de la casa. La cocina es un espacio totalmente sorprendente, artesanal, ésta me transportaba a la época y cerrando mis ojos pude llegar hasta ese momento e imaginarme vestida con largos trapos y utilizando la molinera, la báscula y como no, el fogón de barro que funciona con leña.
Sin embargo, el toque final, lo que realmente hace que nos inmiscuyamos en este lugar, y nos apropiemos de él, hasta el punto de sentirnos parte de la época antigua es que cada espacio está ambientado con música antioqueña, de aquella que escuchaban nuestros tatarabuelos y que crea cierto aire de nostalgia al pensar que toda esa historia se ha ido con las ondas de aquella música carrilera.
Luego, encontramos la Capilla, que como todas, es un espacio silencioso, que al momento de entrar se te ponen los pelos de punta al presenciar un ambiente tan tranquilo que sientes que estás en un lugar aparte de este mundo.
Siguiendo con nuestro recorrido, encontré un lugar que refleja, cómo los espacios comerciales han venido remplazando poco a poco la cultura e historia del Pueblito Paisa. La Barbería y la Escuela se encuentran en un mismo salón. Comenzando por la barbería que está ubicada al lado izquierdo del cuarto, la silla roja y vieja donde se sentaban los clientes está algo acabada, debe ser por el polvo que se le ve a metros de distancia, lo que refleja su descuido. En el tocador están viejos implementos característicos de una peluquería, tijeras, rubor, maquillaje y en frente está el espejo que por su aspecto, se nota que allí se miraron miles de personas, a tal punto de quedar cansado de reflejar tantos rostros. Por su parte, la Escuela no es tan vieja, por ejemplo los pupitres cafés de doble puesto y con una tapa para guardar útiles debajo de este, eran los que yo utilicé en mi guardería hace más o menos unos quince años. El tablero, verde y en el cual se escribe sobre tiza tampoco es algo diferente a lo que conocemos. Me acuerdo que en mi niñez, peleaba con mis amiguitos por coger las tizas del profesor y rayar el tablero, y cuando esta se quebraba ya no tenia gracia, sólo me gustaban las tizas completas. Es que en verdad, creo que si estoy creciendo a pasos agigantados…
Pero en todas estas representaciones que recogen la historia de una ciudad, el que más me impactó fue la Farmacia, que en vez de esto parecía una especie de habitación en la que se aplicaba la pena de muerte de la persona más malvada de la época. En un pequeño cuarto, se encontraba la silla que en nada se parece a las de hoy, aquellas tecnológicas, que se suben y bajan con un botón, que son cómodas e ideales para tomar una siesta. Pero no, creo que para nuestros abuelos no era nada agradable enfermarse, la silla era metálica, se veía incomoda y tétrica, típico de una silla eléctrica. En la repisa se encontraban tarros con líquidos de diferentes colores que contenían medicina. Pero más bien parecían pócimas de alguna bruja del pueblo para crear los más peligrosos conjuros. Junto a esto había un aparato que nunca pude descifrar que era, parecía una guillotina de metal, repleta de tornillos, y hasta ahora tengo la duda qué puede hacer una cosa de éstas en un espacio para curar enfermos.
En la esquina del pueblo, se encuentra la Tienda de Artesanías y Tejidos Santa Cruz, allí trabaja Doña Gloria, una paisana de 45 años, que ha trabajo la mitad de su vida en este lugar atendiendo entre turistas y paisas. Con un pesado horario de ocho de la mañana a diez de la noche, de domingo a domingo, ella dice que lo gratificante de trabajar tan duro son las personas que visitan su tienda, pues se sorprenden de las maravillas que manos artesanales pueden lograr crear.
Los anteriores son los principales espacios culturales que se encuentran en el Pueblito Paisa, en el medio se encuentra la fuente característica de todo pueblo, y la venta de obleas, solteritas y otros dulces comunes, además está una persona haciendo la gelatina de jalea en un proceso artesanal que es imposible dejar de mirar por unos minutos, como mueve sus manos de un lado para otro con una mezcla pegajosa pero que llama a gritos a comprarla, finalmente alrededor no podían faltar las bancas de madera para los enamorados.
Y claro, no se me puede pasar por alto el personaje típico que se encuentra en cada esquina del bello pueblo de Medellín. El señor o señora que se disfraza de estatua y se queda inmóvil, casi que sin respirar, para recibir alguna colaboración y poder sobrevivir. Pero este señor, este era único, pintado totalmente de plateado y con un sombrero de igual color, era increíblemente perfecto, tanto así, que dos extranjeros se pararon a detallarlo y no podían creer que fuera una persona, se iban a ir convencidos que era una estatua, y solamente hasta el momento que metieron una moneda en el baúl plateado, el señor tuvo unos movimientos tan perfectos y marcados en forma de agradecimiento que los dos extranjeros no lo podían creer. El señor volvió a tomar una posición diferente y continúa con su maravilloso, increíble y admirante trabajo.
Sin olvidar la frase que al copiarla para esta crónica, era inevitable que mis ojos se invadieran de lágrimas, al ver las personas como quieren su trabajo, porque a este señor se le notaba que quería lo que hacia, que lo hacia con amor, con ganas, y lo plasmaba en la frase: “Felicidad no es hacer lo que se quiere sino querer lo que se hace” Sin duda este hombre ama lo que hace, así como yo estoy amando cada letra de este contenido.
Cada uno de los visitantes que se pueden encontrar en el lugar, están acompañados, no se ven personas solitarias, la mayoría son en familia, o personas mostrando la cultura de su ciudad a extranjeros, suben mucho los buses del Turibus, con una cantidad muy grande de visitantes de todas partes del mundo.
Emisora |
Luego de hacer este recorrido por el pueblito tradicional y encantador, nos dirigimos al mirador, una plazoleta gigantesca y que con su vista a todo el Valle de Aburrá, me generó un sentimiento de pequeñez, un puntico diminuto ante la gran inmensidad de mi hermosa ciudad, y me hizo reflexionar de todo el esfuerzo que tengo que hacer para lograr aportar algo bueno a esta gran sociedad. Desde allí se puede observar todo Medellín, resaltan a la vista lugares como el Gigantesco edificio de Bancolombia en la Avenida Industriales, El centro Comercial Premium Plaza, el imponente Aeropuerto Olaya Herrera y entre otras muchas arquitecturas que me hicieron sentir orgullosa una vez más de haber nacido en este Valle.
En los cables que están sobre esta plazoleta, se observan las miles de cometas enredadas que reflejan la cantidad de alegrías que logra recoger este lugar. Se nota que es un espacio lleno de historias bonitas, agradables y que refleja la unión de la familia, es un espacio que brinda la oportunidad de unión, de salir de la rutina, de cambiar de ambiente, de conocer nuestra historia, nuestro pasado, nuestra cultura.
El final del recorrido, fue en el Museo de Medellín, un lugar completamente diferente a todo el Pueblito Paisa y les voy a contar porqué. Este museo que para ingresar hay que hacer un aporte de mil pesos por grupo, es una mezcla de cultura con la tecnología, limpieza, actualidad, y modernidad. El recorrido es de izquierda a derecha y nos muestra todo el avance de la Ciudad, la mayoría acompañado de fotografías.
Al final del museo hay una maqueta interactiva gigantesca de Medellín, con dos cámaras laser en dos de sus esquinas, las personas pueden apuntar a puntos estratégicos previamente señalados con una luz blanca y al señalarlos nos dice que lugar es, y una breve reseña histórica en una pantalla. En el momento en que yo estaba realizando esta actividad llegaron dos mujeres que evidentemente eran de otro lugar del país, y me pidieron ayuda, por un momento me convertí en una guía turística, y no me fue nada mal.
Y así llegamos al final de este recorrido, recordando que el Pueblito Paisa, genera un ambiente de nostalgia mezclado con felicidad, que se resume en la historia que allí se reúne para narrarla a través de representaciones fieles de un antiguo pueblo, a todos los que quieren ir más allá de sus conocimientos. Fue gratificante mi visita, conocer tantas cosas, sacarle provecho a estos espacios que nos brinda la Ciudad y como dice la canción del Compositor Rafael Godoy, me sentí una vez más “orgullosa de haber nacido en mi pueblo."
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