Por: Juan Felipe Botero Berrio @JuanFelipeBote1
Estudiante de Comunicación y Relaciones Corporativas
Universidad de Medellín
Crónica
Crónica
Domingo.
Seis de la mañana. El reloj de Yan Pol anunciaba que se acercaba una nueva
jornada laboral. Él es un hombre de tez blanca, cejas pobladas, pestañas
largas, ojos negros redondos, nariz achatada, orejas grandes, tres lunares
cerca a las orejas, bigote, boca hinchada, porque lo picó una abeja en un
colegio donde se encontraba un panal, mide 1.75 centímetros, contextura gruesa.
Utiliza un uniforme de color azul con
rayas grises, botas no de pantano sino de policía con cordones negros, camibuso
gris estampado con Bomberos Bello y un escudo que muestra las insignias de la
institución: Cuerpo de Bomberos Voluntarios, Bello-Antioquia, único organismo
de socorro en la ciudad; en las mangas tiene academia 2012 de color negro, ente
que capacita durante 9 meses, todos los domingos, a los nuevos voluntarios;
coge su bolso para guardar la ropa de civil. Vuelve y suena el reloj, que marca
las horas lentamente, de un día que no iba a pasar, como muchos otros, sin
incidentes.
En
esos momentos evoca cuando era niño a su madre, quien lo levantaba a la 6:00 a.m. para ir a los scouts, equipo que le brindo el apoyo para servir a los demás sin
obtener nada, eso es ser bombero, profesión que se manifiesta a partir de la
familia, como otras ocupaciones. Yan sale de su casa al transporte público, que
dura una hora y 45 minutos para llegar a la estación. En ese trayecto, piensa
en el estilo de vida al que se dedica, en las 24 horas que se acercan, en los
compañeros que han desertado del oficio, por no sacrificar algunos momentos. Al
llegar al lugar a las ocho de la mañana, lo encuentra limpio y con ansias de
recibir una nueva compañía, le muestra a Wilson, el vigilante, un carnet que lo
acredita como empleado. Los puntos de encuentro son en la virgen de Guadalupe, ubicada
en la entrada de la estación o en la cancha de arena. Suenan tres sirenas de
emergencias y todos se dirigen a las partes señaladas por la institución; pero
era un simulacro. Después de 20 minutos, se revisan los vehículos, las máquinas
y sus servicios, se adicionan los equipos que hagan falta para la operación,
como cuerdas.
Desayunando,
Pol junto con sus colegas, hablan del jueves 6 de Septiembre, en el que se
utilizaron al máximo los equipos preparados; se presentó un incendio forestal
en el Cerro Quitasol, el cual fue atendido desde las 10 a.m hasta las 6 p.m,
con 50 personas, entre bomberos y grupos de otros estaciones del área
metropolitana. La montaña es de terreno rocoso y empinado, dificultando el ingreso
de las máquinas que llegaron solo hasta cierto punto, después caminaron de 30 a
45 minutos en carretera abierta con batefuegos (herramientas manuales). La idea
era subir lo más rápido posible para llegar al lugar donde comenzaba el incendio.
Estuvieron apoyados por helicópteros de la fuerza aérea con bambis de 2000
litros de agua, que se llenan en lagos y se riegan en las partes afectadas.
A la
1:00 p.m, se dirige a almorzar, después de estar en una jornada tan complicada,
en la que no solo ha rescatado, sino que ha atendido emergencias de tránsito y
de casas, como: un choque en Santana, entre un motociclista llamado Andrés
López, de estatura 1.65 centímetros, cabello negro, ojos azules rasgados,
contextura delgada, tez blanca, nariz puntiaguda y Aurelio Gómez, conductor de
un transporte público, estatura 1.70 centímetros, sombras cenizas en su
cabello, ojos grises redondos, contextura
media, tez trigueña, nariz aguileña, no hubo occiso; pero los dos quedaron en
mal estado, llega el tránsito y a Yan Pol, junto con su grupo lo llaman de la
guardia, informando que en el parque de Bello frente a la iglesia de Nuestra
Señora del Rosario, una persona se desmayó. Sin embargo, el equipo se dividió
en dos, puesto que al instante también se chocan dos carros, cada uno por exceso de velocidad.
El lugar
donde comían, era parecido a las paradas que hacen los buses de la Terminal del
Norte o Sur cuando se dirigen hacia un pueblo o simplemente a un restaurante de
colegio, tenía una mesa café y redonda sin vidrio como en los hogares de los
abuelos, dos mesas de cafetería con sillas para un evento de quince; pero sin
los colores característicos de la fiesta, piso en cemento y paredes con
ladrillos para casa de película. La cafetería, en la cual venden los productos
lácteos, es similar a un congelador de carnicería y su nombre es Casino
Bomberos Bello; el lugar tiene plantas de energía de color rojo. Rogelio, es el
tendero y conductor voluntario del carro internacional de los Bomberos. Él es
de estatura 1.53 centímetros, los ojos son cubiertos por unas gafas recetadas, de
contextura gruesa, tez negra y nariz puntiaguda, viste con un uniforme rojo, lo
acompaña un perro labrador blanco, con ojos cafés claros, tiene un tamaño como
el de una silla universitaria, es cariñoso y querido por todo el cuerpo de
bomberos; pero a la hora del almuerzo se encuentra sujetado a una silla de
iglesia, para mayor tranquilidad.
En
medio del almuerzo, el 123 informa sobre un incendio forestal al control, el
hecho ocurre en las pistas de Navarra por el batallón, cerca a la Unidad
Deportiva Pedro Nel Ospina, autopista norte, después de la entrada a Machado,
se gira a la derecha, donde se encuentra una carretera que los lleva al sitio
del incendio, es zona urbana. Yan se equipa antes de salir, con zapatos,
pantalón, chaleco, casco y monja de color negro con franjas verdes
fosforescentes, para resistir hasta 10 minutos al fuego. Se dirigen 15
compañeros, casi dejan una compañera porque
se estaba demorando, se van ansiosos con una ambulancia, un carro de rescate y
dos carros de apagar fuego con mangueras de carretel de ¾ con 1.000 galones, es
decir, 4.300 litros de agua. Cada vehículo contiene batefuegos, hachas,
machetes, almádanas, picos, palas, azadones, guantes, utilizados también para
incendios estructurales, es decir, para las casas, almacenes y edificios. Mejor
dicho, cuentan con todos los elementos necesarios.
Las
personas que se dirigieron con él, llevan 10 años en el oficio, iniciando desde
niños con los Scouts, luego pasaron a brigadistas y terminaron como
socorristas. Se dirigieron al lugar con la expectativa de volver en dos horas;
pero nunca se sabe en realidad ha que horas se regresa. Estando allí, se ven
obligados a competir con el fuego, sacando las mangueras llenas de agua. El
fuego no cedía y el agua estaba a punto de terminarse, fue un hecho frustrante
para el cuerpo de bombero no tener más agua para cubrir el lugar incendiado,
entonces, en un giro de 180° el viento soplaba tan fuerte, que junto con el
agua hicieron descender el fuego al más mínimo de sus llamas. En la estación
quedan dos trailers para albergar a personas en emergencias, cada uno tiene 12
camillas con nocheros para algunas pertenencias. El incendio no tuvo muertos;
pero 3 quemados, no permitieron que el fuego avanzara más; por la eficiente presencia
de los bomberos. Termina la operación, recogen la gente y se vienen para la
estación que no queda lejos, porque los barrios no son tan retirados.
Al
regresar con sus compañeros voluntarios de planta y los de tiempo libre, pasan
por el río Medellín, zona en la cual ocurren los rescates más duros, llegando a
casos de personas vivas en las zonas secas por el verano. Al llegar a la
estación, le dan una carta a Pol, felicitándolo por su trabajo de servicio
social a nivel mundial, a la cual él responde con un grito de alegría, debido a
que su solicitud, en la que pedía igualdad de ayudas para todos los grupos de
apoyo, fue aceptada por el gobierno. Cae la noche y después de un merecido
receso, sale en un carro a observar por un momento la tranquilidad del
municipio sin las sirenas que les quita la calma a muchas personas.
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