Por: Jorge Uribe Piedrahita
Comunicador Social /Organizacional
Periodista
Especialista en Mercadeo Gerencial
Docente Universitario
En las últimas semanas se ha
encendido uno de los debates más guardados en el baúl del olvido: El matrimonio
igualitario; a través del cual la comunidad LGBTIP puede casarse con sus
parejas y recibir todos los derechos y las connotaciones que comprometen un
matrimonio. Dicho proyecto, presentado por el senador Armando Benedetti, ha
divido a la opinión pública, entre aquellos que aborrecen la unión entre dos
hombres o dos mujeres, por considerarlo anticlerical y “antitodo”… y entre
aquellos que defienden el reconocimiento de los derechos para esta comunidad
que ha estado sumergida en la discriminación.
Lo cierto es que este proceso de
aprobación en Colombia se endurece, debido a la marcada oposición, liderada por
el santoral procurador Alejandro Ordóñez, que en vez de estar trabajando desde
sus creencias religiosas, debería investigar el saqueo que cometen los
corruptos que presiden las empresas del Estado, con salario que ascienden a 500
millones de pesos anuales. ¡Impresionante en un país con extrema pobreza! Pero
ese es otro tema que trataremos más adelante. Lo cierto es que Ordóñez comanda
la Procuraduría desde su corazón y no desde la razón, omitiendo que él
representa a todos los colombianos, que sean o no gais, deben pagar impuestos y
asumir sus deberes como ciudadanos.
El Congreso por su parte, está
obligado a legislar la igualdad jurídica de las parejas del mismo sexo por
mandato de la Corte Constitucional, que dio plazo hasta el 20 de junio de este
año para llevarlo a cabo.
“La iglesia era la que creía que
el sol le daba la vuelta a la Tierra, duraron 100 años en aceptarlo. Tardaron
otro siglo en aceptar la teoría de la evolución de la especie humana, otros
cien años para entender que la tierra es redonda. Los argumentos religiosos
contra el matrimonio gay son los mismos cuando se oponían a garantizar los
derechos civiles a los afrodescendientes. En Colombia hay senadores que viven
en el siglo XVIII, como retardatarios y cavernícolas”, expresó Armando Benedetti, senador y promotor de la iniciativa.
Sin embargo,
se debe exponer aquellos avances que ha tenido el tema en el país gracias al
empuje de la Corte Constitucional: Desde 2003, tienen el derecho de visita
conyugal en las cárceles; desde 2007 se reconoció la unión marital de hecho;
desde 2008 se les entregó el acceso a la pensión de sobreviviente; y
recientemente, se reconoció la equiparación total en materia de herencia y del
derecho a la pensión de sobreviviente para parejas anteriores a 2008. Así mismo,
la sentencia de julio de 2011, estableció el derecho de las parejas del mismo
sexo a “conformar una familia”, en igualdad de condiciones a las parejas
heterosexuales. La Corte dio entonces un plazo de dos años para legislar el
reconocimiento jurídico de las uniones del mismo sexo con exactamente los
mismos derechos; dicho plazo vence el 20 de junio de 2013. Si pasado ese tiempo
no se ha legislado, las parejas del mismo sexo podrán acudir ante un notario
para legalizar su unión.
Etimología del término “Matrimonio”
El
meollo del asunto yace en el uso del término “Matrimonio”, que fue adoptado y
acogido por las religiones para llamar así a la alianza entre un hombre y una
mujer para formar un hogar después de un ritual en el que el sacerdote o el
representante de la iglesia bendice a la pareja. Sin embargo, el origen
etimológico de la palabra “Matrimonio” como denominación de la institución bajo
ese nombre no es claro, se suele derivar de la expresión “matris munium”,
proveniente de dos palabras del latín: La primera “matris”, que significa Madre
y, la segunda: “munium”, que significa “gravamen o cuidado”, al unirlos
encontraremos “el cuidado de la madre”, en tanto se consideraba que la madre
era la que contribuía más a la formación y crianza de los hijos.
Por
ende, para no herir susceptibilidades clericales, ni atentar contra el corazón
frágil y temeroso de Ordóñez y los senadores ultraconservadores; ni mucho
menos, ir contra la Madre Iglesia Católica Romana que acomoda la Biblia para
sus propios intereses ¿Por qué no llamar mejor, jurídicamente, este enlace como
UNIÓN IGUALITARIA? Tanto para los heterosexuales como para la comunidad LGBTIP. En la Constitución no se hablaría de MATRIMONIO, se le obsequiaría a la
Iglesia para que sigan teniéndolo como un ritual y uno más de sus sacramentos;
y política, social, cultural y jurídicamente, se hablaría de UNIÓN IGUALITARIA.
¿Fin del debate o no solo es el uso del término?
No
entiendo por qué si los heterosexuales le huyen al matrimonio, y prefieren solo
usar la unión libre como alianza nueva y eterna; la comunidad LGBTIP está tan
ansiosa por contraer matrimonio. Sin embargo, lo claro es que en un país
democrático, en el que se promueve la igualdad en todas sus formas, y en el que
le entrega a dicha comunidad una serie de DEBERES para ser asumidos como
ciudadanos, está en la obligación de equipar la entrega de los DERECHOS a todos
sus connacionales y permitir que todos los 44 millones de habitantes, sin
discriminación de sexo, creencia religiosa o política, raza, entre otros; se
sientan representados por la Constitución y se sientan parte activa de la
Nación.
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